miércoles, 5 de marzo de 2025

Enciclopedia TG - El Body bank

Aqui esta la entrada prometida con la explicacion del concepto del body bank :D espero les guste 

Body Bank (Banco de Cuerpos)

El Body Bank es una institución altamente especializada que permite a las personas depositar, resguardar o utilizar sus cuerpos como garantía a cambio de diversos beneficios. Su funcionamiento combina aspectos de la banca tradicional con la tecnología de transferencia de cuerpos, brindando una solución para aquellos que buscan financiamiento, resguardo temporal o simplemente un cambio de rutina sin preocupaciones.

Servicios del Body Bank

  1. Resguardo de Cuerpos:

    • Los clientes pueden dejar sus cuerpos en el Body Bank para su conservación mientras utilizan cuerpos provisionales.
    • Esto les permite tomarse unas “vacaciones” sin culpa, evitando las preocupaciones de mantener sus cuerpos reales mientras disfrutan de nuevas experiencias en otros cuerpos.
  2. Préstamos con Garantía Corporal:

    • Similar a una hipoteca, las personas pueden dejar su cuerpo como garantía a cambio de un préstamo de dinero.
    • Si el cliente no paga su deuda en el plazo establecido, el banco puede embargar su cuerpo y utilizarlo para futuros préstamos o transacciones.
  3. Cuerpos Provisionales:

    • Si una persona deja su cuerpo en resguardo, puede recibir un cuerpo prestado mientras el banco mantiene el suyo en conservación.
    • Estos cuerpos pueden pertenecer a otras personas que también dejaron los suyos en el banco, lo que puede generar situaciones inesperadas o incómodas dependiendo del estado o características del cuerpo recibido.
  4. Conservación de Cuerpos:

    • Los cuerpos depositados en el banco son almacenados en cápsulas de suspensión llenas de un líquido especial que los mantiene sanos y evita el deterioro con el paso del tiempo.
    • Estas bóvedas de almacenamiento son altamente blindadas y seguras, minimizando riesgos de daño o deterioro.

Riesgos y Problemáticas del Body Bank

  1. Embargos de Cuerpos:

    • Si un cliente no paga su deuda o si devuelve un cuerpo prestado en mal estado, el banco puede confiscar su cuerpo real y ponerlo en circulación para futuros préstamos o ventas.
    • En algunos casos, los clientes que pierden su cuerpo pueden verse forzados a permanecer en un cuerpo prestado indefinidamente o depender de otro préstamo para recuperar su identidad original.
  2. Errores en la Asignación de Cuerpos:

    • Aunque el sistema está diseñado para evitar fallas, han ocurrido incidentes donde los clientes reciben cuerpos incorrectos debido a errores administrativos.
    • En ocasiones, personas han recuperado cuerpos en peor estado del que dejaron, ya sea por negligencia, desgaste o corrupción interna dentro del banco.
  3. Corrupción y Manipulación Interna:

    • Algunos empleados corruptos pueden manipular los registros para asignar cuerpos de mayor valor a clientes influyentes o vender cuerpos embargados de manera fraudulenta.
    • También pueden darse casos donde el banco oculta irregularidades, devolviendo cuerpos dañados a clientes sin responsabilidad oficial.
  4. Cuerpos Perdidos por Accidentes o Desapariciones:

    • Si un cliente que dejó su cuerpo en el banco desaparece, sufre un accidente o muere en su cuerpo prestado, su cuerpo real queda en posesión del banco, que puede disponer de él como desee.
    • En algunos casos, los familiares intentan reclamar los cuerpos de sus seres queridos, pero las cláusulas de los contratos pueden hacer que sea imposible recuperarlos.
  5. Robo de Cuerpos y Seguridad del Banco:

    • Aunque los Body Banks son altamente seguros, ha habido pocos pero notorios robos de cuerpos en la historia.
    • Grupos criminales han intentado infiltrarse en estos bancos para secuestrar cuerpos valiosos o intercambiarlos ilegalmente.
    • Debido a esto, los bancos han reforzado su seguridad con tecnología avanzada, pero el riesgo de corrupción y robo siempre existe.

El Body Bank es una institución clave en el sistema de transferencia de cuerpos, ofreciendo soluciones financieras y de resguardo a la sociedad. Sin embargo, como en cualquier institución bancaria, existen riesgos de abuso, corrupción y errores administrativos que pueden hacer que algunas personas pierdan su cuerpo original o terminen atrapadas en una situación de la que no pueden escapar.

Y aqui les dejo una historia que espero disfruten mucho :D

Body Bank: El Descanso y la caida de Bethcast

Bethcast lo tenía todo: fama, belleza y una legión de seguidores en redes sociales. Con millones de suscriptores en YouTube y TikTok, su vida parecía perfecta. Cada video que publicaba acumulaba millones de vistas, y cada baile que subía se convertía en tendencia. Las marcas la buscaban para colaboraciones, los fans la idolatraban, y cualquier lugar al que iba se llenaba de miradas y susurros de admiración.

Pero la perfección tenía un precio. No podía salir sin que la reconocieran, cada paso que daba estaba bajo escrutinio, y la presión de mantenerse siempre radiante y relevante se volvía insoportable. Necesitaba un descanso, un respiro de la fama. Y ahí es donde entraba el Body Bank.

Un servicio exclusivo para los más ricos y famosos, el Body Bank permitía a sus clientes depositar sus cuerpos reales en almacenamiento seguro y recibir a cambio dos cosas: una suma de dinero considerable y un cuerpo temporal para usar durante el tiempo que estuvieran "desconectados". Para Bethcast, era la solución perfecta.

Después de una cuidadosa planificación, Bethcast entró a las instalaciones ultraseguras del Body Bank. El proceso era sencillo: su cuerpo sería colocado en una de las bóvedas más seguras del mundo, donde permanecería en un estado de conservación total. A cambio, le prestarían un cuerpo temporal, suficiente para moverse libremente sin ser reconocida.

—"Señorita Bethcast su nuevo cuerpo está listo" —le informó una trabajadora del banco con una sonrisa profesional.

Bethcast observó el cuerpo que le habían asignado. Era el de Elba, una mujer de 40 años. No era fea, pero definitivamente estaba lejos de la juventud y la perfección física que ella poseía. Tenía una complexión funcional, sin los atributos que la hacían destacar en redes.

Suspiró. No era lo ideal, pero al menos podría disfrutar de su descanso sin ser acosada por fans y paparazzis. Despues del intercambio Bethcast salio con su nuevo cuerpo y una gran suma de dinero transferida a su cuenta, estaba lista para unas vacaciones llenas de adrenalina y anonimato.

Lo que no sabía era que las cosas no siempre salen según lo planeado...

Bethcast nunca había sentido tanta paz. Desde los dieciocho años había vivido atrapada en la espiral de la fama, encadenada a una rutina de perfección inalcanzable. Cada día se despertaba revisando sus redes sociales, analizando métricas, planeando su próximo video y asegurándose de que cada publicación estuviera calculada al milímetro para mantener su imagen impecable. La presión de mantenerse en la cima era abrumadora. Una sola mala foto, un mal ángulo o un simple descuido podían convertirse en tendencia y generar un aluvión de críticas. Siempre tenía que estar arreglada, con la piel perfecta, el maquillaje impecable y la sonrisa lista para sus seguidores.

Pero ahora, todo eso era parte del pasado. En el cuerpo de Elba, Bethcast era una completa desconocida. Caminaba por las calles sin que nadie la mirara dos veces, sin que la detuvieran para pedirle autógrafos o selfies. Nadie la acosaba con preguntas sobre su siguiente video, ni la criticaba por no subir contenido con suficiente frecuencia. Ya no tenía que bailar frente a la cámara ni fingir alegría cuando en realidad estaba agotada. Por primera vez en años, era solo una persona más.

Y lo estaba disfrutando.

Desde el primer día de su nueva vida, decidió aprovechar al máximo su anonimato y la libertad que le brindaba su cuerpo prestado. Con la enorme suma de dinero que el Body Bank le había dado a cambio de su cuerpo original, podía permitirse cualquier lujo sin preocuparse por nada. Se hospedó en los hoteles más exclusivos, probó los restaurantes más caros y se entregó a una rutina de placer y descanso absoluto. Sin la presión de mantener su imagen pública, se permitió disfrutar de la comida sin contar calorías ni preocuparse por los comentarios de sus seguidores. Comía lo que quería, cuando quería, y sin la necesidad de fotografiar cada platillo para compartirlo en redes.

Pero su verdadero deseo no era solo descansar; quería vivir al máximo. Desde siempre había tenido el anhelo de probar deportes extremos, pero su vida como influencer no se lo había permitido. Las marcas que la patrocinaban exigían que cuidara su imagen y evitara cualquier riesgo que pudiera afectar su apariencia. Pero ahora, con su cuerpo real almacenado de manera segura, no tenía nada que perder. Así que se lanzó a la aventura.

Lo primero que hizo fue reservar una experiencia de paracaidismo. La emoción de subir a miles de metros de altura, sentir el aire helado contra su rostro y finalmente saltar al vacío fue indescriptible. Elba—o mejor dicho, Bethcast en el cuerpo de Elba—gritó con una mezcla de terror y adrenalina mientras caía a toda velocidad, sintiendo una libertad que jamás había experimentado. Cuando aterrizó, jadeante y con el corazón latiendo a mil por hora, supo que había valido la pena.

Ese solo fue el comienzo. Después del paracaidismo, probó el buceo en arrecifes exóticos, maravillándose con la belleza del mundo submarino. Luego vinieron las escaladas en montañas imponentes, las rutas en motocicleta a toda velocidad y las noches de fiesta en bares donde nadie la reconocía. No importaba que el cuerpo de Elba tuviera algunas limitaciones. Sus rodillas dolían después de mucho esfuerzo, su resistencia no era la misma que en su cuerpo original, y había días en los que se sentía más cansada de lo normal. Pero nada de eso era un problema serio. Lo importante era que, por primera vez en años, solo vivía para sí misma.

No había redes sociales, no había métricas, no había presión. No tenía que lucir perfecta ni demostrarle nada a nadie.

Y eso era lo más hermoso de todo.

Las cosas empezaron a torcerse en el momento en que Bethcast decidió probar montañismo. Ya había saltado en paracaídas, buceado en arrecifes y disfrutado de la velocidad en motocicletas, pero escalar una montaña parecía el desafío definitivo. Se imaginó en la cima, con el viento golpeándole el rostro, sintiendo la euforia de conquistar la naturaleza con sus propias manos.

El ascenso fue más difícil de lo que esperaba. El cuerpo de Elba no tenía la misma resistencia que el suyo original, y a mitad del trayecto, ya sentía los músculos adoloridos y la respiración agitada. Pero estaba decidida. No iba a dejar que un poco de cansancio le arruinara la experiencia.

Entonces ocurrió el accidente.

Fue un pequeño error de cálculo. Un resbalón al pisar una roca suelta, un mal agarre en el momento equivocado. En un instante, perdió el equilibrio y cayó varios metros por la ladera. La caída no fue fatal, pero el impacto fue brutal. Cuando intentó levantarse, sintió un dolor agudo en la muñeca derecha. Su brazo temblaba, y la hinchazón comenzó a formarse casi de inmediato. Estaba rota.

Los guías la ayudaron a descender y la llevaron a un hospital, donde le enyesaron la muñeca. El médico le recomendó reposo, pero Bethcast no le dio importancia. ¿Por qué preocuparse? Ese no era su cuerpo real. En unas semanas, volvería al Body Bank, recuperaría su verdadero cuerpo y todo esto quedaría en el pasado. No tenía sentido dejar que algo tan trivial arruinara sus vacaciones.

Así que siguió disfrutando.

Las siguientes dos semanas fueron una mezcla de excesos y descuidos. A pesar del yeso en su muñeca, siguió con su vida de lujos y aventuras. Bebió en bares exclusivos, se hospedó en los hoteles más caros y se permitió todos los placeres que la libertad le ofrecía. En su mente, la muñeca rota no era más que una anécdota.

Hasta que regresó al Body Bank.

Cuando cruzó las puertas del edificio ultramoderno, esperaba que el proceso fuera tan simple como la primera vez. Entregar el cuerpo prestado, pagar cualquier tarifa mínima y recuperar su cuerpo real. Pero en cuanto vio la expresión seria del empleado que la recibió, supo que algo iba mal.

—Señorita Bethcast, tenemos un problema.

El tono profesional y frío del trabajador del Body Bank le erizó la piel. Algo andaba muy mal.

—¿Problema? —preguntó, frunciendo el ceño—. ¿De qué hablas?

El hombre deslizó una tableta sobre la mesa, mostrando un contrato digital.

—Como puede ver, el acuerdo que firmó estipula que los cuerpos prestados deben devolverse en buen estado o en estado perfecto. En su caso, el cuerpo de Elba ha sufrido daños significativos.

Bethcast sintió que la sangre se le helaba cuando vio las imágenes en la pantalla: su cuerpo temporal con la muñeca enyesada, informes médicos detallando la fractura y registros de sus actividades recientes.

—No es gran cosa —intentó minimizar el problema, forzando una sonrisa—. Es solo una muñeca rota. No es como si hubiera destruido el cuerpo.

El empleado la miró sin expresión.

—Cualquier daño estructural se considera una violación del contrato. Y debido a la gravedad de la lesión, se le ha sumado una penalización de un millón de dólares.

Bethcast sintió un escalofrío recorrerle la espalda.

—¿¡Un millón!? ¡Eso es ridículo!

El hombre continuó como si no hubiera escuchado su queja.

—Además, debe cubrir la deuda por el dinero que le fue prestado cuando depositó su cuerpo. Hasta el momento, con intereses incluidos, el monto total que debe al Body Bank es de… dos millones trescientos mil dólares.

Bethcast sintió que el suelo se le movía.

—Eso no puede ser cierto —susurró, su voz temblorosa—. ¡No puede ser!

—Si no puede pagar la deuda, hay otras opciones —añadió el hombre con tono neutral—. Podemos extender su tiempo en el cuerpo de Elba hasta que pueda reunir el dinero. O… tenemos otros métodos de pago.

Bethcast sintió pánico por primera vez en mucho tiempo.

¿Qué significaba eso? ¿Qué pasaría con su cuerpo real?

Y lo más importante… ¿qué demonios iba a hacer ahora?

Bethcast tragó saliva.

Su cuerpo real estaba ahí, esperándola en una de las bóvedas más seguras del mundo. Podía imaginarlo perfectamente: suspendido en animación, intacto, hermoso… inalcanzable.

El empleado del Body Bank permanecía en silencio, observándola con una paciencia calculada. No había emoción en su rostro, solo una fría profesionalidad.

—¿Cuáles son esos… "otros métodos de pago"? —preguntó Bethcast, tratando de mantener la calma.

El hombre deslizó la tableta de nuevo, mostrando un nuevo conjunto de opciones.

—Tenemos varias alternativas para clientes que no pueden cubrir su deuda inmediatamente —dijo con tono formal—. Puede elegir la opción que mejor se adapte a su situación.

Bethcast miró la pantalla con el corazón latiéndole con fuerza.

1. Extensión del Préstamo de Cuerpo

—Podemos permitirle continuar en el cuerpo de Elba por un tiempo indefinido mientras trabaja para reunir los fondos. Sin embargo, esto conlleva una tasa de interés del 15% mensual sobre su deuda.

Bethcast sintió un escalofrío. Si los intereses ya habían inflado la cantidad que debía, seguir acumulando más la arruinaría por completo.

—No es una opción —murmuró.

2. Trabajo en el Body Bank

—Algunos clientes eligen trabajar con nosotros como empleados internos. Podría desempeñarse en atención a clientes, pruebas de nuevos cuerpos o incluso en el departamento de relaciones públicas.

Bethcast casi se rió. ¿Ella, una influencer mundialmente famosa, trabajando en un banco de cuerpos como una empleada más? Ni en sus peores pesadillas.

—Siguiente opción.

3. Donación de Tiempo en Cuerpos Temporales

—Podemos rentar su cuerpo original a clientes premium que deseen experimentarlo por períodos cortos de tiempo. Cada vez que su cuerpo sea alquilado, una parte de la deuda será reducida.

Bethcast sintió náuseas.

—¿Estás diciendo que… que dejarán que otras personas usen mi cuerpo?

—Es una opción común para clientes de alto perfil —respondió el hombre sin inmutarse—. Muchos clientes VIP estarían dispuestos a pagar una fortuna por la oportunidad de vivir en su cuerpo durante unos días o semanas podria saldar su deuda en cuestion de semanas incluso dias.

Bethcast sintió un escalofrío recorrerle la espalda. La idea de que extraños usaran su cuerpo, caminaran con su rostro, hicieran quién sabe qué cosas con él… era aterradora.

—No, ni pensarlo.

4. Venta de Derechos Corporales

—Si está interesada en una solución más radical, podría considerar vender sus derechos corporales. Básicamente, su cuerpo original se convertiría en propiedad del Body Bank, y usted mantendría su existencia en el cuerpo de Elba de forma permanente.

Bethcast se quedó en blanco.

—¿Quieres decir que… jamás podría recuperar mi cuerpo?

—Correcto —asintió el empleado—. Su identidad legal sería transferida al cuerpo de Elba. Sus cuentas bancarias, documentos y registros se actualizarían en consecuencia. Su cuerpo original sería utilizado por la empresa de la manera que consideremos más rentable.

Bethcast sintió que el aire se volvía más denso.

—¿Qué significa eso exactamente?

—Podría ser alquilado de manera permanente a clientes VIP, vendido a un comprador privado o incluso utilizado en proyectos especiales de investigación.

Bethcast sintió pánico.

No. No podía perder su cuerpo. No después de todo lo que había trabajado por él.

Pero entonces, el empleado deslizó la pantalla una vez más.

5. Subasta de Experiencias en su Cuerpo

—Dado que usted es una figura pública, podríamos organizar un evento exclusivo donde clientes de alto nivel paguen por una oportunidad única: vivir en su cuerpo por un corto periodo de tiempo, con acceso a sus redes sociales y estilo de vida. Los ingresos generados reducirían significativamente su deuda.

Bethcast sintió un escalofrío recorrerle la espalda.

Gente desconocida usándola como un disfraz de lujo. Publicando en sus redes. Haciéndose pasar por ella. Quién sabe qué más…

Se mordió el labio.

Todas las opciones eran horribles.

Se quedó en silencio, mirando la pantalla, sintiendo su propia desesperación.

—Debe tomar una decisión —dijo el hombre—. De lo contrario, el Body Bank tomará medidas para recuperar su inversión.

Bethcast sintió que el mundo se derrumbaba sobre ella.

¿Qué demonios iba a hacer?

Bethcast sintió que el aire se volvía más pesado cuando una nueva pregunta cruzó su mente. ¿Y si Elba reclamaba su cuerpo?

—Espera… —dijo, tratando de mantener la compostura—. ¿Y qué pasa si Elba viene y exige recuperar su cuerpo?

El empleado del Body Bank no cambió su expresión. Simplemente deslizó la tableta de nuevo y mostró otra cláusula del contrato.

—En ese caso, le ofreceríamos su cuerpo como compensación —respondió con calma—. El cuerpo que usted actualmente ocupa sigue perteneciendo a Elba. Si ella decide reclamarlo, la única opción viable sería intercambiarlas nuevamente.

El estómago de Bethcast se revolvió.

Eso significaba que su cuerpo podía estar en riesgo.

Por primera vez, sintió verdadero pánico. Sabía que su deuda era inmensa y que sus opciones eran limitadas, pero perder su cuerpo para siempre… eso era inaceptable.

—Debe tomar una decisión pronto, señorita Bethcast —insistió el hombre—. No podemos mantener este caso en pausa indefinidamente.

Bethcast respiró hondo y trató de negociar.

—Miren, entiendo la deuda, pero esa tasa del 15% es imposible de pagar. Nadie puede pagar eso.

El hombre la miró con la misma neutralidad.

—Es el estándar para clientes en su situación.

—Sí, pero yo no soy cualquier cliente. Soy Bethcast. Soy una influencer con millones de seguidores. Si trabajo en algo rentable, puedo pagar lo que debo, pero necesito condiciones justas.

Hubo un breve silencio.

El hombre miró la pantalla y deslizó algunas opciones. Parecía estar considerando su propuesta.

—Podemos reducir la tasa al 5% mensual si firma un acuerdo garantizando que permanecerá en el cuerpo de Elba hasta liquidar su deuda.

Bethcast sintió un leve alivio. Aún era una cifra elevada, pero al menos no era una sentencia de muerte financiera.

—¿Y mi cuerpo? —preguntó con cautela.

—Su cuerpo seguirá almacenado en nuestras instalaciones, en la bóveda más segura del mundo —aseguró el empleado—. Y dado su estatus, garantizamos que no será prestado a nadie.

Eso era un alivio.

Bethcast sabía que no tenía muchas opciones. Intentar huir sería imposible. El Body Bank tenía recursos y conexiones que la harían pagar de una forma u otra. Así que lo único que podía hacer era… adaptarse.

Apretó los dientes, respiró hondo y asintió.

—Está bien —dijo, sintiendo que acababa de vender su alma—. Acepto el trato.

Firmó el acuerdo con manos temblorosas.

El contrato quedó sellado.

Bethcast miró su reflejo en la tableta. Su cuerpo real estaba a salvo, pero ella estaba atrapada en el de Elba… al menos por ahora.

Tendría que encontrar una manera de ganar dinero y recuperar su verdadero cuerpo lo antes posible.

Al principio, Bethcast creyó que todo sería cuestión de tiempo. Si antes había sido una influencer exitosa, podía volver a serlo.

Tomó el cuerpo de Elba y trató de hacer lo que siempre hacía: grabar videos para YouTube, hacer transmisiones en vivo, bailar en TikTok. Pero el mundo no era amable con una mujer de 40 años intentando hacer lo que hacía a los 24.

Sus seguidores, que antes la idolatraban, ahora la ignoraban.

Los pocos que veían sus videos lo hacían solo para burlarse en los comentarios.

"¿Qué le pasó a Bethcast? ¿Es su tía?"

"Jaja, parece una señora queriendo ser joven otra vez."

"Dejó de ser sexy, ya no da vistas."

Bethcast quería gritar. ¿Cómo podían ser tan crueles?

Pero no había tiempo para lamentarse. Necesitaba dinero.

Intentó buscar trabajo, pero cada empleo pagaba miserias comparado con la deuda que tenía. Ningún sueldo mensual se acercaba siquiera a lo que necesitaba para recuperar su cuerpo.

Fue entonces cuando volvió al Body Bank con una nueva propuesta.

—Tomaron mi cuerpo como garantía… ¿qué más aceptarían?

El empleado la miró con indiferencia, pero revisó su caso.

—Podemos aceptar sus bienes personales.

Bethcast firmó sin dudarlo.

Primero fueron sus redes sociales.

Su canal de YouTube, su cuenta de TikTok, su Instagram… todo pasó a ser propiedad del banco. Los derechos sobre su imagen digital también fueron cedidos. Ahora, Bethcast existía solo como un producto, y ella no tenía control sobre su propio nombre.

Después vino su ropa.

Toda su colección de moda, sus vestidos de diseñador, sus outfits exclusivos. Todo se fue.

Luego, su departamento.

El lujoso lugar donde había vivido con orgullo ahora pertenecía al banco. Bethcast tuvo que mudarse a un apartamento más barato, más pequeño, más indigno.

Cuando el trato estuvo cerrado, su deuda se redujo… pero solo a 3 cuartas partes.

Aún debía muchísimo casi 600 mil dolares.

Apretó los dientes y siguió adelante.

Trabajaba sin descanso. Día y noche.

Hacía lo que podía: pequeños trabajos, transmisiones en vivo aunque nadie la viera, cualquier cosa que le diera unas pocas monedas más.

Pero al menos había algo que la mantenía en pie.

Su verdadero cuerpo seguía seguro en el Body Bank.

Si lograba reunir el dinero, algún día volvería a ser la hermosa Bethcast que todos adoraban.

Solo tenía que resistir.

Un año había pasado.

Bethcast había trabajado sin descanso, cumpliendo con cada pago mensual al Body Bank. Cada mes, su cuerpo real seguía seguro, intacto, sin haber sido prestado a nadie.

En internet, los rumores sobre su desaparición crecían. ¿Qué había pasado con Bethcast?

Algunos creían que se había retirado. Otros decían que se sometió a una cirugía extrema y no quería mostrarse hasta estar lista. Los más osados especulaban que había muerto.

Bethcast los ignoraba. Nada de eso importaba.

Solo debía trabajar.

Pero el cuerpo de Elba no era joven, ni resistente, ni perfecto.

Y tras un año de jornadas extenuantes, de mala alimentación y de estrés constante, su cuerpo prestado colapsó.

Primero fueron los mareos. Luego, la fatiga. Finalmente, su cuerpo no pudo más y se desplomó en plena calle.

Cuando despertó, estaba en el hospital.

—Ha estado bajo mucho estrés —le explicó el médico—. Su cuerpo necesitaba descansar. Debe cuidarse.

Bethcast quería reírse. Cuidarse… como si tuviera opción.

Pero entonces, llegó el verdadero golpe de realidad.

Había estado hospitalizada un mes. Un mes sin poder trabajar.

Y cuando llegó la fecha de pago al Body Bank, seguía en la cama de hospital.

Por primera vez en un año, no pudo pagar su cuota mensual.

Intentó tranquilizarse.

Seguramente solo le cargarían algunos intereses… ¿verdad?

No podían hacerle nada más.

¿O sí?

Esa noche, aunque preocupada, intentó dormir tranquila.

Sin saber que, al día siguiente, su vida cambiaría para siempre.

El sonido del monitor cardíaco era lo primero que Bethcast escuchó al abrir los ojos. Un pitido constante, monótono, acompañado por la sensación áspera de una sábana de hospital contra su piel.

Parpadeó varias veces antes de enfocar el techo blanco sobre ella. Tardó unos segundos en recordar dónde estaba y por qué.

Había colapsado.

La presión, el estrés, el esfuerzo por pagar su deuda la habían llevado al límite. Y ahora estaba aquí, en una cama de hospital, con una vía intravenosa conectada a su brazo.

Con un suspiro pesado, se obligó a sentarse. Su cuerpo prestado, el de Elba, reaccionó con cierta torpeza. Sentía los músculos pesados, la piel más seca de lo normal y un leve dolor en la espalda baja. Definitivamente no era un cuerpo joven.

Miró alrededor de la habitación. Un cuarto simple, de paredes beige sin decoración alguna. Un vaso de agua sobre la mesa de noche y un reloj digital marcando las 7:14 a. m.

Entonces recordó su deuda.

Su estómago se encogió.

Casi con desesperación, tomó su teléfono del buró y desbloqueó la pantalla. Revisó sus notificaciones. Nada.

No había correos de advertencia del Body Bank. No había mensajes exigiendo un pago inmediato. Ni siquiera una alerta sobre intereses acumulados.

Por un instante, sintió un alivio absurdo.

Tal vez se habían olvidado de ella.

Pero esa idea desapareció en cuanto sintió un escalofrío en la nuca. No. Esto no tenía sentido.

Si había algo seguro en esta vida, era que el Body Bank nunca olvidaba una deuda.

Bethcast respiró hondo, sacudió la cabeza y se deslizó fuera de la cama. Su cuerpo prestado protestó con un ligero mareo, pero ignoró la sensación. Caminó hasta la pequeña silla donde reposaban sus ropas, dobladas con la precisión de una enfermera meticulosa.

Con movimientos mecánicos, se vistió. Pantalón de mezclilla holgado, una blusa simple y un suéter beige. Nada de lo que usaba se comparaba con la ropa de diseñador que alguna vez fue suya. Pero esa era otra vida.

Una vida que necesitaba recuperar.

Se miró en el espejo del baño antes de salir.

Elba la miraba de vuelta.

Sus labios se apretaron.

Salió de la habitación y se dirigió a la recepción. Un enfermero con gafas gruesas la miró con aburrimiento antes de entregarle un sobre con papeles.

—Aquí está su alta médica —dijo sin emoción—. El pago de la hospitalización ha sido cubierto.

Bethcast frunció el ceño.

—¿Cubierto? ¿Por quién?

El enfermero alzó una ceja.

—Su seguro.

Bethcast sintió que la tensión en su pecho aumentaba.

Yo no tengo seguro.

Pero no discutió. Tomó el sobre y salió del hospital con una sensación inquietante en la boca del estómago.

El mundo afuera estaba ruidoso y gris. Las calles estaban llenas de gente apurada, de autos que se detenían en los semáforos con impaciencia. Todo parecía normal.

Pero para Bethcast, nada era normal.

Se detuvo en la acera, sacó su teléfono y abrió la aplicación de transporte. Un auto la recogió en cinco minutos.

Mientras el vehículo la llevaba al Body Bank, miró por la ventana, perdiéndose en los edificios que pasaban rápidamente. En otro tiempo, su reflejo en el vidrio habría mostrado su verdadero rostro. Ahora solo veía el de una mujer de mediana edad, con líneas de expresión y ojeras más profundas de lo que recordaba.

"No importa. Solo tengo que aclarar esto y recuperar el control."

Cuando el auto se detuvo frente al imponente edificio del Body Bank, Bethcast tragó saliva.

La estructura seguía siendo impresionante: un rascacielos de vidrio negro con detalles en platino, pulcro y amenazante a la vez. Las puertas automáticas se abrieron con un leve susurro cuando entró.

El ambiente era silencioso, con un aire de eficiencia quirúrgica. Personas bien vestidas caminaban por los pasillos, ejecutivos con trajes impecables, clientes con gafas oscuras y expresiones seguras.

Bethcast caminó directo al mostrador.

La recepcionista, una mujer de cabello rubio meticulosamente recogido, la miró con profesionalismo y escribió algo en su pantalla.

—¿En qué puedo ayudarle?

Bethcast aclaró la garganta.

—Necesito hablar con un asesor sobre mi cuenta.

La recepcionista la estudió por un segundo antes de asentir.

—Espere un momento, por favor.

Bethcast asintió y tomó asiento en la sala de espera.

Su pie comenzó a moverse nervioso contra el piso. Miró a su alrededor.

Empresarios. Influencers. Magnates.

Todos estaban allí por lo mismo.

Porque el Body Bank les ofrecía algo que el resto del mundo no podía darles: anonimato, poder y libertad.

Después de unos minutos, una puerta lateral se abrió y un hombre de traje gris oscuro apareció.

—Señorita Bethcast, por favor, acompáñeme.

Bethcast se levantó lentamente. Un escalofrío recorrió su espalda.

¿Por qué la llamaban "Bethcast" si estaba en el cuerpo de Elba?

Siguió al hombre a través de un pasillo largo e impersonal. El silencio era opresivo.

Finalmente, llegaron a una oficina pequeña. En el centro, una mesa de cristal. Sobre ella, una tableta encendida.

Bethcast dio un paso dentro… y se detuvo en seco.

La habitación estaba llena de abogados.

Seis personas vestidas de negro, sentadas con documentos frente a ellos, observándola en silencio.

Bethcast sintió que el aire se volvía pesado.

Algo estaba mal.

Antes de que pudiera reaccionar, la puerta detrás de ella se cerró con un leve clic.

Bethcast sintió un escalofrío.

—Por favor, tome asiento, señorita Bethcast —dijo una voz grave.

Giró la cabeza y vio al gerente del Body Bank sentándose lentamente al otro lado de la mesa.

Era un hombre de edad incierta, con cabello perfectamente peinado y una sonrisa ensayada que no llegaba a sus ojos. Se acomodó con calma en su silla, cruzando las manos sobre la mesa.

Bethcast tragó saliva y se sentó lentamente.

Los abogados se mantuvieron en silencio, observándola con atención.

El gerente deslizó una tableta frente a ella y giró la pantalla para que pudiera verla.

—Nos alegra que haya venido por su cuenta —repitió con voz controlada—. Pero hay algo que debe saber.

El silencio que llenaba la sala pesaba sobre los hombros de Bethcast como una losa de concreto. Cada segundo que pasaba sin que nadie hablara hacía que su ansiedad creciera, como un veneno lento filtrándose en su sistema. Sabía que estaba en problemas, pero el hecho de estar rodeada por abogados, en lugar de un simple asesor financiero, le decía que la situación era aún peor de lo que había imaginado.

Respiró hondo y trató de mantener la compostura, aunque su pulso se aceleraba con cada latido. Su piel, la piel de Elba, se erizó por completo, como si su cuerpo supiera que estaba a punto de recibir un golpe devastador. Al otro lado de la mesa, el gerente del Body Bank se ajustó la corbata con parsimonia, un gesto que parecía más un hábito que una necesidad. Su rostro permanecía impasible, pero había algo en su postura que transmitía una confianza absoluta. No era la confianza de alguien que estaba negociando, sino de alguien que ya había ganado.

—Señorita Bethcast —comenzó con voz pausada, pronunciando su nombre con una frialdad que le heló la sangre—, ha pasado demasiado tiempo. Su impago ha invalidado el contrato original, y con ello, se han activado las cláusulas de recuperación de activos.

Bethcast tragó saliva con dificultad. Su garganta se sentía seca, áspera.

—¿Recuperación de activos? —preguntó, aunque temía la respuesta.

El gerente asintió lentamente y, con un movimiento medido, deslizó una tableta sobre la mesa de cristal en dirección a Bethcast. La pantalla brilló con un documento extenso lleno de términos legales, pero lo único que realmente llamó su atención fue la línea resaltada en rojo al final de la página.

"Estado de cuenta: IMPAGO. PROCESO DE REPOSESIÓN EN CURSO."

Bethcast sintió cómo su estómago caía en picada. Su visión se nubló por un instante, y un sonido sordo, como un eco lejano, zumbó en sus oídos.

—No… —susurró, más para sí misma que para los presentes—. No puede ser.

—Es un proceso estándar en casos como el suyo —continuó el gerente, sin mostrar la más mínima empatía—. Cuando un cliente no cumple con los términos de pago y la deuda se vuelve insostenible, el Body Bank interviene para recuperar su inversión.

Bethcast sintió un temblor involuntario recorrer sus manos. Su mente intentaba procesar lo que estaba escuchando, pero las palabras parecían resbalarse antes de asentarse en su conciencia. No podía estar pasando.

—¿A qué se refieren exactamente con "recuperar su inversión"? —preguntó con voz tensa, intentando mantener un tono firme.

El gerente hizo una pausa, como si estuviera eligiendo sus palabras con cuidado. Luego, con la precisión de un cirujano, deslizó varios documentos más sobre la mesa, todos encuadernados de manera impecable. Bethcast vio las palabras "Cesión Total de Derechos" en la portada de cada uno.

—A partir de este momento —dijo el gerente, sin perder el tono neutro—, se le ofrece una única opción viable. Estos documentos establecen que todos los derechos asociados a la… entidad que alguna vez le perteneció serán transferidos de manera absoluta al Body Bank.

Bethcast sintió una punzada de confusión mezclada con terror.

—¿"Entidad"? —repitió, fijando la mirada en él.

El gerente le sostuvo la mirada por un instante antes de asentir.

—Así es.

Bethcast sintió que su cuerpo se tensaba aún más. Había esperado que dijeran "su cuerpo", "su propiedad", "su inversión", pero no eso. Lo trataban como si ya no fuera parte de ella. Como si estuvieran hablando de algo ajeno, de un objeto sin conexión con su existencia actual.

—¿Por qué no lo llaman por lo que es? —dijo con la voz más firme que pudo reunir—. Mi cuerpo.

El gerente inclinó levemente la cabeza, con una expresión casi indulgente.

—Esa afirmación ya no es precisa, señorita Bethcast.

Bethcast sintió cómo el pánico se instalaba en su pecho como un parásito. Su respiración se volvió superficial, y su visión comenzó a temblar en los bordes.

—No… —susurró, casi sin voz.

—Le garantizamos que esta es la mejor solución posible para su situación —continuó el gerente con calma—. Firmando estos documentos, nos aseguramos de que todo quede en orden legalmente. La entidad que alguna vez habitó será ahora una inversión completamente administrada por el Body Bank, sin interferencias ni reclamaciones pendientes.

Bethcast sintió que su mundo se desmoronaba. No estaban discutiendo con ella sobre una propiedad que podía recuperar. No estaban buscando negociar.

Para ellos, ya no tenía derecho a nada.

Su cuerpo… su verdadero cuerpo… ya no le pertenecía.

El gerente empujó suavemente un bolígrafo plateado hacia ella, colocándolo sobre los documentos con un gesto tranquilo, casi cordial.

—Debe entender que esta es la única opción sensata —dijo con una sonrisa leve—. Podría intentar luchar contra esto, pero sería una batalla inútil. No hay lagunas legales. No hay escapatoria.

Bethcast sintió un nudo en la garganta.

—¿Qué pasa si me niego?

Por primera vez, el gerente dejó escapar un suspiro casi imperceptible, como si su paciencia estuviera alcanzando un límite.

—Entonces entraría en una situación considerablemente más complicada —explicó—. La alternativa sería un proceso judicial largo, desgastante y costoso… para usted. Y, mientras tanto, la entidad en cuestión continuaría generando costos de mantenimiento. Costos que, por supuesto, seguirían sumándose a su deuda.

Bethcast apretó los puños sobre sus rodillas.

—Esto es un robo.

—Esto es un negocio —corrigió el gerente con una leve inclinación de cabeza—. Y hemos sido más que justos con usted.

Bethcast cerró los ojos por un momento, tratando de pensar. Pero no había escapatoria, no había nada que pudiera hacer. Ya lo habían decidido.

—No le estamos dejando sin nada —agregó el gerente, como si estuviera ofreciéndole un favor—. Se le permitirá conservar el cuerpo de Elba de manera permanente. Y, además, el Body Bank está dispuesto a proporcionarle una compensación económica para garantizarle unos años de estabilidad.

Bethcast sintió un escalofrío recorrer su espalda.

—¿Por qué harían eso?

El gerente sonrió de nuevo, pero esta vez con un brillo calculador en los ojos.

—Porque la entidad en cuestión es una inversión de alto valor —explicó—. Podemos permitirnos este gesto sin que afecte nuestra rentabilidad.

Bethcast se quedó en silencio, sin poder apartar la mirada de los documentos. Los papeles que sellaban su destino.

No tenía opciones. No tenía salida.

Tomó el bolígrafo con dedos temblorosos.

Y supo que, en ese instante, que su existencia como Bethcast habia teminado para siempre.

La sala de reuniones tenía un aire frío y clínico, iluminada por luces blancas que resaltaban cada reflejo en la superficie pulida de la mesa de cristal. Bethcast, o más bien, la persona que ahora era conocida como Elba, se sentó frente al gerente del Body Bank con una expresión de impotencia. Su firma aún temblaba en el último contrato que acababa de rubricar, y aunque intentaba mantenerse firme, su mente no dejaba de girar en torno a la realidad de lo que acababa de hacer. Su cuerpo—su verdadero cuerpo, el que la había acompañado toda su vida—ya no le pertenecía. Ahora era un activo más del banco, una posesión lista para ser utilizada de la manera que la corporación considerara más rentable.

El gerente, con una sonrisa impersonal, deslizó una última hoja en su dirección.

—Antes de proceder con la siguiente fase, queremos informarle que su antiguo cuerpo ha sido ofrecido a su legítima propietaria previa—explicó con tono profesional. —La señora Elba ha sido contactada y se le dio la oportunidad de recuperarlo sin ningún costo adicional.

Bethcast parpadeó varias veces, sin comprender del todo lo que acababa de escuchar. La verdadera Elba, la mujer de más de cuarenta años que alguna vez había intercambiado cuerpos y cuya identidad ahora usaba Bethcast, había tenido la posibilidad de recuperar lo que antes había sido de la joven. La idea le pareció extraña, incluso absurda. Durante un instante, una chispa de esperanza se encendió en su interior. ¿Era posible que aquella mujer hubiera aceptado el intercambio? ¿Podría al menos saber que su antiguo cuerpo seguiría existiendo en manos de alguien que lo respetara?

Pero la ilusión se desvaneció con las siguientes palabras del gerente.

—Sin embargo, la señora Elba declinó la oferta —continuó con naturalidad—. Nos indicó que no se sentía cómoda regresando a un cuerpo como ese. Dijo que era demasiado joven, demasiado hermoso… No era algo que pudiera verse a sí misma usando después de haber experimentado otra vida. Simplemente, no lo consideró apropiado.

Bethcast sintió un escalofrío recorrerle la espalda. Su cuerpo, su identidad física, había sido rechazada por alguien que ni siquiera la veía como un regalo, sino como una carga. Algo demasiado ajeno para apropiarse de nuevo. La ironía era abrumadora. Ella había perdido ese cuerpo por una deuda, mientras que otra persona, con la oportunidad de reclamarlo, lo había descartado sin pensarlo dos veces.

—Como comprenderá, tras su rechazo, el activo debe ser reintegrado a nuestra cartera de bienes disponibles —prosiguió el gerente sin alterarse—. Su antiguo cuerpo será puesto en subasta dentro de las próximas 72 horas. Ya hay interesados.

Bethcast sintió que el aire se le atascaba en los pulmones. Era como si todo lo que quedaba de su vida anterior estuviera ahora en una vitrina, esperando la mejor oferta. No importaba lo que ella sintiera al respecto. No importaba que ese cuerpo hubiera sido suyo. Ahora era simplemente un bien valioso, un lote más en la interminable maquinaria del Body Bank.

Los días transcurrieron con una pesadez insoportable. No importaba lo que hiciera, no podía evitar pensar en la subasta. En algún lugar, en una sala exclusiva, un grupo de personas con cuentas bancarias exorbitantes estaría observando su antiguo cuerpo con interés, evaluándolo, discutiendo sus cualidades como si fuera un auto de lujo o una obra de arte rara.

Cuando la noticia llegó, Bethcast apenas tuvo fuerzas para reaccionar. Su cuerpo había sido adquirido por un empresario adinerado que, según los informes internos del banco, lo había comprado como un regalo para su esposa.

Un obsequio.

Un objeto de lujo.

Nada más.

Bethcast no supo qué era peor: haberlo perdido por una deuda impagable o saber que ahora pertenecía a alguien que lo veía como un simple capricho, algo adquirido con la misma ligereza con la que se compra una joya cara. Un vacío se instaló en su pecho. Por más que intentara convencerse de que ya no era su problema, de que el cuerpo ya no le pertenecía, algo dentro de ella seguía sintiendo que una parte de sí misma había sido arrancada y vendida al mejor postor.

La vida siguió. La compensación económica del banco le permitió vivir con relativa comodidad por un tiempo, pero cada vez que se miraba en el espejo, veía a Elba. Y cada vez que cerraba los ojos, imaginaba su antiguo cuerpo en manos de un o una desconocida, usándolo, sin importar la historia que llevaba impresa en cada una de sus células.

La ilusión de normalidad fue lo único que le quedó.

Un mes despues en algun lugar exclusivo y privado para ultra ricos y millonarios una "subasta" se llevaba acabo

La sala de subastas estaba en silencio, salvo por el leve zumbido de anticipación que parecía vibrar en el aire. La habitación estaba tenuemente iluminada, la única fuente de luz provenía del foco que brillaba sobre el escenario. Allí, encerrado en una cápsula de vidrio, estaba el cuerpo de Bethcast: su rostro todavía era inquietantemente hermoso, su piel perfecta, sus curvas perfectamente esculpidas. Se veía en paz Con una hermosa sonrisa, pero no había vida detrás de esos ojos. aquel cuerpo no tenia un alma solo era un recipiente que una vez habia pertenecido a Bethcast.

La voz del subastador rompió el silencio. “Lote 37: El cuerpo de Bethcast, una reconocida influencer con más de 10 millones de seguidores en las redes sociales. Los registros médicos son impecables. El cuerpo ha sido preservado bajo los mas altos estandares de el Body bank, desde que ella lo dejo en garantia a estado en una de nuestras galardonadas capsulas para cuerpos, lo que garantiza que se mantenga en perfectas condiciones y nisiquiera el paso del tiempo le haya afectado. Las ofertas comienzan en $ 10 millones ". La sala estalló en murmullos, pero un hombre permaneció en silencio. Estaba sentado en la parte de atrás, con el rostro oculto por las sombras, su cuerpo gordo grande e imponente. Su nombre era Vincent, un multimillonario conocido por sus excentricidades y su obsesión con Bethcast. Durante años, había observado cada uno de sus movimientos, cada publicación, cada transmisión en vivo. Ella era su musa, su obsesión, el objeto de sus deseos más profundos. Y ahora, estaba a su alcance. La guerra de ofertas era feroz, pero la riqueza de Vincent era incomparable. Con un último movimiento de su pala, el mazo del subastador bajó. "¡Vendido, al caballero de atrás por $ 50 millones!" La sala estalló en aplausos, pero Vincent permaneció estoico. Su corazón se aceleró, sus palmas sudorosas. Lo había logrado. Había adquirido el cuerpo de Bethcast. Ahora, era el momento de hacerla suya. --- La sala de transferencias estaba esterilizada y fría, llena de máquinas que zumbaban y pitaban en perfecta sincronización. Vincent yacía sobre una mesa de metal, con el cuerpo conectado a una compleja maquina. Frente a él, el cuerpo de Bethcast yacía sobre otra mesa, con la piel brillando bajo las duras luces fluorescentes. Un equipo de científicos y técnicos se desplazaba por la habitación, preparándose para el procedimiento. “¿Está listo, señor Vincent?”, preguntó el científico principal, con voz tranquila y profesional. Vincent asintió, respirando con dificultad. “Hágalo”. El procedimiento comenzó la activación de la máquina de transferencia de almas fue muy rapida. Vincent sintió una extraña sensación que lo invadió, un hormigueo que comenzó en los dedos de los pies y se extendió por todo el cuerpo. Su visión se nubló, su mente comenzó a divagar y, de repente, todo se volvió negro. Cuando abrió los ojos, ya no estaba en su propio cuerpo. Estaba acostado sobre la mesa que una vez había contenido a Bethcast, sus nuevas extremidades se sentían extrañas pero familiares. Se incorporó lentamente, con el corazón acelerado mientras miraba sus manos: delgadas, delicadas, perfectamente cuidadas. Los pasó por su nuevo cuerpo, sintiendo la suavidad de su piel, las curvas de sus caderas, la suavidad de sus pechos. Un escalofrío le recorrió la columna vertebral cuando se dio cuenta de que era ella. Los científicos y técnicos aplaudieron, felicitándolo por una transferencia exitosa. Pero Vincent apenas los escuchó. Su mente estaba consumida por un pensamiento: Ahora, finalmente puedo hacer lo que siempre quise.

Despues de terminar y ser llevado a una habitacion privada vincente estallo de alegria

Se paró frente al espejo de cuerpo entero en la habitacion, sus ojos recorriendo el cuerpo de Bethcast. Llevaba un conjunto de lencería transparente que se adhería a su nueva forma, acentuando cada curva. Sus dedos trazaron los contornos de sus caderas, su cintura, su pecho, saboreando la sensación de su nueva piel. Sintió un calor creciendo dentro de él, un deseo que había reprimido durante demasiado tiempo. Se inclinó más cerca del espejo, su aliento empañó el cristal. "Hola, Bethcast", susurró, su voz suave y femenina. Sus manos se movieron más abajo, deslizándose por debajo de la cinturilla de la lencería. Jadeó cuando sus dedos rozaron su nuevo clítoris, la sensación desconocida pero electrizante. Cerró los ojos, dejándose hundir en el placer. “Esto es lo que siempre he querido”, murmuró, con voz temblorosa. “Sentirte, ser tú. Conocer cada centímetro de tu cuerpo”.


Sus dedos comenzaron a moverse, lentamente al principio, explorando cada punto sensible. Su respiración se aceleró, su cuerpo temblaba con cada toque. Podía sentir su excitación creciendo, un fuego que amenazaba con consumirlo. “Eres mía ahora”, susurró, su voz llena de una mezcla de triunfo y deseo. “Cada parte de ti. Y voy a disfrutar cada momento de ello”. Sus dedos se movieron más rápido, sus gemidos se hicieron más fuertes a medida que el placer lo abrumaba. Podía sentir que se acercaba, la tensión en su cuerpo alcanzaba su punto máximo. Y entonces, con un grito de éxtasis, se vino, con el cuerpo estremeciéndose por la intensidad del orgasmo. Se desplomó en la cama, con la respiración entrecortada y el corazón palpitando con fuerza. Una sonrisa de satisfacción se extendió por su rostro mientras miraba sus manos temblorosas, su nuevo cuerpo todavía hormigueando por las secuelas. “Esto es solo el comienzo”, dijo, con la voz llena de anticipación. “



9 comentarios:

  1. Wow, es una historia muy buena y me gustó la idea es original

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  2. Me gustó la historia, aunque me decepcionó el final.

    El Body Bank suena interesante aunque realmente es un caso que solo la gente rica puede salir beneficiada, una persona común no podría haber pagado por el cuerpo de Bethcast a menos que tenga mucho dinero.

    En todo caso entre fraudes o robos que podría ser efectivo.

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  3. Muy buena historia y muy buen concepto. Me encantó

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  4. Excelente historia motívate para más te queremos

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  5. Espero más historias lindas

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  6. Ufff malditos corporativos, me gusto lo retorcido que se vuelve xd

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  7. La mejor historia que lei durante el utlimo año, una historia de robo de cuerpo inovadora, originial y sobretodo muy retorcida. añadiendo a Bethcast un cuerpo perfecto que aun no tiene mucho foco dentro del mundo body swap, Gran historia! Espero haya un continuacion ya sea a la historia de Beth o explorando el catalogo de cuerpos que ha sido robado por el body bank.

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  8. No conocía el Body bank xD es interesante

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