Bien hola a todos, aqui yo su amiga siesta nuevamente, mendigando comentario y feedback para saber si lo que estoy haciendo les gusta,
Ahora con una entrada de otro de mis temas TG favoritos
Las Swap Clinic
Swap Clinic es un programa futurista de clínicas gubernamentales gratuitas especializadas en el cambio de cuerpos. Permiten a los ciudadanos intercambiar cuerpos de manera voluntaria con otra persona que acepte la solicitud o, si lo desean, ingresar a una lista de espera para un cambio aleatorio con alguien compatible que lo solicite.
Características Claves:
Funcionamiento del Programa:
- Es un servicio gubernamental y gratuito.
- Se puede solicitar un intercambio de cuerpo con una persona específica, siempre que ambas partes estén de acuerdo.
- También existe una lista de intercambio aleatorio, donde una persona puede dejar una solicitud firmada y esperar a que alguien más acepte el cambio sin conocer quién será su nueva identidad.
- Se requiere un proceso de verificación e identificación antes y después del cambio, aunque esto no impide posibles fraudes.
Clínicas Clandestinas ("Patito"):
- Además de las clínicas oficiales, existen clínicas ilegales o clandestinas con menos regulaciones o sin ningún control.
- En estas clínicas, los intercambios pueden realizarse con mayor rapidez, pero con riesgos elevados, como estafas, robos de identidad o cambios forzados.
- Algunas clínicas clandestinas permiten cambios sin consentimiento o manipulan a las personas para aprovecharse de ellas y tomar sus cuerpos.
Riesgos y Abusos del Sistema:
- Aunque el programa gubernamental tiene regulaciones estrictas, sigue habiendo fraudes y engaños, incluso en las clínicas oficiales.
- Algunas personas engañan o manipulan a otros para robar sus cuerpos o forzarlos a intercambios no deseados.
- Existen mercados negros y redes criminales que usan Swap Clinics para traficar cuerpos, ofrecer identidades nuevas o explotar a personas vulnerables.
Este programa futurista de las Swap Clinics representa una gran oportunidad para quienes desean una nueva vida, pero también son un peligro si caen en las manos equivocadas.
Ahora pasemos con una historia original sobre este tema espero que les guste y me regalen un comentario se despide de ustedes siesta_45
Cada mañana, Meche se levantaba antes del amanecer y recorría las calles de su barrio para tomar el transporte público hasta el centro. Allí, entre edificios gubernamentales y anuncios brillantes que prometían un futuro mejor, se encontraba la Swap Clinic, una estructura moderna y fría, con largas filas de personas que esperaban su turno.
El proceso siempre era el mismo. Meche entraba, pasaba por la recepción y entregaba su solicitud, firmada y sellada, con la misma información de siempre: dispuesta a intercambiar con quien fuera, sin importar edad, género o condición. Sabía que la mayoría de la gente buscaba algo específico, una mejoría en su físico, una oportunidad de escapar de una vida difícil o simplemente una fantasía cumplida. Pero a ella nunca la elegían.
A veces se sentaba en la sala de espera, viendo a otros llegar con emoción y salir con una nueva identidad, mientras ella se quedaba atrás, con el mismo cuerpo y la misma frustración. Su reflejo en los vidrios de la clínica le devolvían una imagen que odiaba: su piel morena apagada, su cuerpo redondeado y torpe, sus facciones poco agraciadas que nunca lograban encajar con los estándares de belleza que veía en todos los que entraban y salían del lugar. Se preguntaba si acaso había cometido un error al nacer, si la vida era solo una lotería cruel en la que le había tocado perder desde el principio.
Los empleados de la clínica ya la conocían. Algunos la saludaban con una sonrisa forzada, otros ni siquiera se molestaban en mirarla. No hacía falta que revisaran su expediente; sabían que su solicitud seguía ahí, intacta, sin ningún interesado.
Afuera, la ciudad seguía su ritmo imparable, ajena a su espera. Pero Meche no se rendía.Si hoy no habia resultado el dia de Mañana volvería a intentarlo, como lo había hecho cada día desde que cumplió la mayoría de edad. Porque si algo tenía claro era que no quería seguir siendo ella misma.
Daniela era una joven gotica hermosa. De baja estatura pero con un cuerpo de proporciones envidiables, especialmente su trasero y sus piernas torneadas era lo que la sociedad actual conoce como "gotica culona", que llamaban la atención sin importar dónde estuviera. Su piel era tersa pulcra y blanca como la seda, su figura estilizada y perfectamente proporcionada, y cada movimiento suyo exudaba gracia y confianza. Sin embargo, detrás de esa apariencia perfecta, había un problema que la atormentaba constantemente: su hipocondría.
A pesar de que su cuerpo era sano y estaba en perfectas condiciones, de que nunca había tenido un diagnóstico grave y de que médicos le aseguraban una y otra vez que todo estaba bien, Daniela nunca podía sacudirse la sensación de que algo andaba mal dentro de ella. Cada pequeño dolor, cada leve malestar, lo interpretaba como una señal de que su salud se deterioraba. Su mente se sumergía en espirales de ansiedad y paranoia, obligándola a visitar consultorios médicos con frecuencia, a someterse a pruebas innecesarias y a vivir en un estado de constante preocupación aunque todo fuera algo de su imaginacion.
Después de años de luchar contra esa sensación incesante, tuvo una idea. Si su cuerpo realmente estaba sano, entonces tal vez el problema era su percepción de él. ¿Y si experimentaba, aunque fuera por un solo día, lo que era estar en un cuerpo diferente? Un cuerpo en el que su mente no estuviera condicionada a sentir dolencias imaginarias. La idea comenzó a tomar fuerza en su cabeza, hasta que finalmente se convenció de que tenía que intentarlo.
Con determinación, se dirigió a la Swap Clinic. Observó el edificio con una mezcla de expectativa y temor, preguntándose qué tipo de cuerpo elegiria. Pero en el fondo, había una esperanza ardiendo dentro de ella: quizás, por fin, podría experimentar la tranquilidad de sentirse completamente sana y luego volver a su cuerpo y sentirse en paz.
Daniela entró a la Swap Clinic con paso decidido, aunque por dentro la carcomía la ansiedad. Se acercó al mostrador de recepción, donde una joven con una placa que indicaba "Personal en entrenamiento" la recibió con una sonrisa nerviosa.
—Buenos días, bienvenida a la Swap Clinic. ¿En qué puedo ayudarla? —preguntó la recepcionista, con el tono apresurado de alguien que aún no dominaba su trabajo.
—Quisiera realizar un cambio de cuerpo. No quiero nada drástico, solo algo similar al mío, pero sin los problemas que siento y solo por un dia porfavor —explicó Daniela, intentando sonar serena.
La recepcionista asintió y, sin hacer muchas preguntas, deslizó una tablet con un formulario hacia Daniela.
—Por favor, firme aquí su consentimiento para el procedimiento.
Daniela tomó el Spen y firmó, confiando en el proceso. La recepcionista, sin prestar demasiada atención, tomó la tablet con el documento y en lugar de archivarlo correctamente, lo dejó en una carpeta sin nombre y en la que no debian ir esos documentos. Su inexperiencia la hacía torpe y, además, había una larga fila de pacientes esperando.
Mientras tanto, la recepcionista apurada buscó entre las solicitudes de intercambio a alguien que pudiera encajar con la petición de Daniela. La presión de la gente en la sala de espera la hizo apresurarse, así que tomó la primera solicitud disponible sin leerla en detalle. Era la de Meche, quien había estado dejando su petición todos los días sin éxito. Sin saberlo, la recepcionista asignó a Meche para el intercambio con Daniela.
Ambas mujeres fueron llamadas y llevadas una habitacion separada por un grueso vidrio completamente opaco. Daniela se sentó en la camilla, cruzando las piernas con nerviosismo, mientras las luces frías del techo iluminaban la estancia blanca. Respiró hondo, tratando de calmarse. Al otro lado grueso vidrio estaba Meche en una situación similar. Su corazón latía con fuerza y sus manos sudaban. No podía creer que, después de tantos intentos, por fin iba a cambiar su cuerpo.
Un parlante les pidio que porfavor se quitaran la ropa y se pusieran una de bata quirurgica que les entregarian, ambas hicieron lo que les pidieron ninguna de las dos sabía lo que estaba a punto de suceder.
Daniela y Meche fueron escoltadas por enfermeros a través de un pasillo largo y estéril, donde las luces brillaban con una intensidad casi artificial. Sus pasos resonaban contra el suelo de baldosa blanca mientras avanzaban en direcciones opuestas, cada una ingresando a una habitación idéntica, separadas por un cristal opaco. En el centro de cada sala, una enorme máquina en forma de cápsula, parecida a un escáner de resonancia magnética, las esperaba.
Meche sintió un escalofrío recorrer su espalda al ver la estructura metálica. No se parecía a nada que hubiera visto antes, pero contenía la promesa de un nuevo comienzo. Daniela, por su parte, se acomodó en la camilla acolchonada con un nudo en el estómago. Cerró los ojos, tratando de ignorar el creciente nerviosismo que se expandía en su pecho.
—Relájese y respire hondo —dijo una voz a través de un altavoz. Ambas obedecieron.
Un pitido agudo inundó la habitación y las cápsulas comenzaron a cerrarse con un zumbido mecánico. A medida que las compuertas sellaban su entorno, Meche y Daniela se sumieron en una penumbra tenue, iluminada solo por el resplandor azul de los paneles de control.
De repente, sintieron un cosquilleo recorrer todo su cuerpo, como si millones de agujas invisibles se deslizaran bajo su piel. Primero fue una sensación tibia, luego una corriente helada que les erizó cada vello de su ser. Un sonido grave y pulsante vibró a su alrededor, como si la realidad se estuviera descomponiendo.
El proceso había comenzado. Daniela sintió un tirón en el centro de su pecho, como si algo estuviera jalando su esencia hacia arriba, arrancándola de sus huesos y músculos. Su respiración se volvió errática, pero en el instante en que quiso gritar, su voz ya no existía. Meche sintió lo mismo: un vértigo insoportable, la sensación de estar flotando fuera de sí misma.
Sus almas fueron arrancadas de sus cuerpos con una velocidad y fuerza abrumadoras. El mundo dejó de existir por un momento, reemplazado por una oscuridad infinita. No había cuerpo, no había piel, no había peso. Eran solo conciencia, suspendida en el vacío.
Un remolino de luces las rodeó, descomponiendo lo que quedaba de su percepción. Daniela sintió que su esencia se deslizaba por un túnel etéreo, una corriente de energía en la que flotaban retazos de recuerdos y emociones. No podía ver su cuerpo, pero podía sentir su identidad desmoronándose, transformándose en algo desconocido.
Meche, por su parte, experimentó un terror indescriptible. Estaba en ninguna parte y en todas a la vez. Podía escuchar sus propios pensamientos, pero no tenía boca para pronunciarlos. El vacío la envolvía, y por primera vez en su vida, sintió que no pertenecía a nada.
Un impulso repentino las hizo avanzar. Fueron arrastradas por una fuerza invisible, una gravedad inversa que las empujaba hacia el otro extremo del túnel de energía. Al otro lado, algo las esperaba: una sensación de calidez, de un nuevo hogar.
Las cápsulas vibraron con intensidad. La luz dentro de ellas alcanzó un resplandor enceguecedor, y con un estallido silencioso, las almas fueron forzadas a ocupar sus nuevos recipientes.
Daniela sintió una sacudida violenta. Un latido sordo resonó en su mente cuando la conciencia se ancló en algo físico otra vez. Pero algo estaba mal. Sus extremidades se sentían torpes, pesadas, ajenas. Un cosquilleo ardiente recorrió su piel, y al abrir los ojos, supo que algo terrible había ocurrido.
Meche jadeó dentro de la otra cápsula. Su respiración se volvió irregular mientras su nuevo cuerpo se despertaba, confuso y distinto. Intentó mover sus manos, pero las sintió más pequeñas, más frágiles. Parpadeó, sintiendo unas pestañas más largas y una piel más tersa de lo que jamás había experimentado.
Las compuertas de las cápsulas se abrieron con un siseo. Ambas mujeres fueron ayudadas a salir por enfermeros que las miraban con atención. Daniela tambaleó sobre sus nuevos pies, sintiendo cómo la gravedad se distribuía diferente en su nuevo cuerpo. Meche, en cambio, apenas podía mantenerse erguida. Su corazón latía con fuerza en su nuevo pecho, y su mente tardaba en procesar lo que acababa de suceder.
—El procedimiento ha sido completado —anunció una voz robótica a través del altavoz—. Permanezcan sentadas mientras ajustan sus nuevas identidades.
Daniela levantó la vista y vio su reflejo en el vidrio opaco que separaba ambas salas. Pero la imagen que la miraba de vuelta no era la suya. Era la de Meche.
Daniela gritó internamente al ver su reflejo. Su corazón latía con violencia, sus pensamientos se atropellaban en su mente mientras intentaba comprender la pesadilla que se desplegaba ante ella. La chica que le devolvía la mirada no era otra persona: era ella misma, pero en un cuerpo ajeno.
Su hermosa piel de porcelana, tersa y luminosa, había sido reemplazada por el tono moreno y opaco de Meche. Su rostro, antes fino y delicado, ahora era regordete y sin simetría, con mejillas abultadas que le daban una expresión extrañamente desconocida. Intentó levantar una mano para tocarse, pero incluso sus dedos se sentían extraños, más gruesos, más toscos.
Desesperada, bajó la mirada hacia su torso. Sus pechos, modestos pero firmes, habían desaparecido casi por completo, escondidos por una gruesa capa de grasa de sus brazos, su abdomen, que solía ser plano y tonificado, ahora sobresalía en una barriga redonda que parecía colgar un poco sobre el elástico del pantalón. La sensación de peso adicional la hizo tambalearse.
Se giró bruscamente y sintió el desajuste en su postura. Sus piernas, antes torneadas y fuertes, eran ahora pesadas y repletas de celulitis. Cada movimiento le resultaba torpe, poco natural. Su trasero, antes perfecto y levantado, ahora era ancho y desproporcionado, con un contorno irregular que jamás había sido suyo. Y cuando bajó la mirada a sus pies, casi se sintió desfallecer: antes pequeños y delicados, ahora eran toscos, grandes y con uñas que jamás había cuidado con el mismo esmero que los suyos.
Del otro lado del cristal opaco, Meche vivía el contraste opuesto. Aunque no podía ver a Daniela, sí podía verse a sí misma reflejada en la superficie opaca del vidrio. Se miraba las manos delgadas y elegantes con incredulidad. Noto Sus piernas ahora eran estilizadas y esbeltas, su piel suave al tacto. Tocó su rostro y sintió la tersura de una piel sin imperfecciones, la simetría perfecta de unas facciones hermosas. Sus labios, antes delgados, ahora tenían una curvatura perfecta. Sus ojos brillaban con una luz diferente, una que jamás había visto en el espejo.
Se atrevió a bajar la mirada y su aliento se detuvo. Su abdomen, antes prominente, era ahora liso y firme. Sus caderas se curvaban con gracia, su trasero era alto y redondeado. Sus pechos, aunque no enormes, eran proporcionados y encajaban a la perfección en su nueva figura. Y cuando bajó la vista miro una hermosa y sexy vagina depilada unas piernas de ensueño y sus pies, sonrió sin darse cuenta: pequeños, delicados, tan distintos a los que había tenido siempre.
El choque de realidades era abrumador. Daniela, atrapada en el cuerpo de Meche, sintió la desesperación abrirse paso por su garganta, pero no encontró voz para gritar. Meche, en el cuerpo de Daniela, sintió algo diferente: una emoción desconocida, casi como si estuviera soñando con los ojos abiertos.
Las miradas de ambas no podían encontrarse, pues el cristal entre ellas permanecía oscuro. Sin embargo, cada una veía su reflejo en la superficie vidriada, enfrentando la realidad irreversible de su nuevo ser.
Meche contemplaba su reflejo en el cristal opaco con una mezcla de asombro y euforia. Su nueva piel era suave y tersa, de un tono pálido perfecto. Sus manos, ahora delgadas y elegantes, recorrían su rostro con una incredulidad casi infantil, sintiendo la delicadeza de sus facciones. Tocó sus labios, ahora carnosos y perfectamente delineados, y deslizó los dedos por su cabello, notando la suavidad y sedosidad de cada hebra.
Con un suspiro emocionado, dejó caer la bata blanca que le habían proporcionado en la clínica, quedando completamente expuesta. Se contempló detenidamente, admirando cada curva y detalle de su nuevo cuerpo. Su abdomen liso y tonificado, sus pechos proporcionados y firmes, sus caderas perfectamente moldeadas. Sus piernas, largas y torneadas, terminaban en unos pies pequeños y delicados, tan diferentes a los que había tenido toda su vida.
Un escalofrío recorrió su espalda al notar que junto a ella había un conjunto de ropa cuidadosamente dispuesto. Alzó una ceja y tomó la blusa negra ajustada, maravillándose con la textura suave de la tela. La deslizó sobre su torso con movimientos pausados, deleitándose en cómo se adhería a su silueta. Luego, tomó el corsé negro ceñido y, tras unos instantes de duda, lo ajustó sobre su cintura, sintiendo cómo resaltaba aún más su figura, dándole un aire elegante.
Bajó la mirada y tomó la falda corta con volantes, de un negro profundo con detalles blancos y listones decorativos tomo tambien la ropa interior de encaje sorprendiendose porque solo eran las bragas, la chica con la que habia cambiado cuerpo no tenia puesto sosten esto hizo pensar a Meche que talves era un poco perversa. Se la puso con cuidado, sintiendo el roce de la tela contra su piel nueva, cada pliegue acomodándose a la perfección en su cadera y su entrepierna. Luego, con dedos temblorosos por la emoción, deslizó unas medias altas hasta sus muslos, la textura de la tela ajustándose sin esfuerzo sobre sus piernas largas y estilizadas la hicieron sentir como una diosa.
Se agachó y tomó los botines negros de plataforma con correas y detalles metálicos. Se los puso, sintiendo el ajuste firme y seguro, como si hubieran sido hechos para ella. Caminó un par de pasos, acostumbrándose a la ligera elevación, disfrutando la sensación de sus piernas al moverse con agilidad y gracia. Finalmente, tomó el choker negro y lo abrochó alrededor de su cuello, sintiendo la tela ajustarse con un toque de sofisticación y misterio.
Cada prenda que vestía acentuaba su nueva belleza de una forma que jamás había experimentado. Sus pechos quedaban perfectamente resaltados por la blusa y el corsé, su cintura se veía aún más definida por la falda ceñida y las medias, sus piernas parecían aún más largas y elegantes con los botines de plataforma. Todo su nuevo ser irradiaba una imagen poderosa y atractiva, una que jamás habría imaginado poseer.
Y su nuevo sexo sus hormonas, todo estaba "feliz" siendo controlado por ella, podia sentir cada fino aire que se filtraba por la puerta, que "enfriaba" su caliente sexo que se mojaba mas y mas conforme admiraba con mas detalle su nuevo cuerpo
Se giró una vez mas hacia el cristal opaco, observando su propia silueta, maravillada por la transformación que había experimentado. Era hermosa, radiante, imponente. Y aunque aún no sabía cómo se llamaba ahora, poco importaba. Lo único que sentía era una emoción arrolladora, como si por primera vez en su vida, realmente existiera.
La verdadera Daniela se vistió rápidamente, con una mezcla de repulsión y desesperación. La ropa que tenía a su disposición era un desastre: prendas de segunda mano que no combinaban entre sí, algunas incluso con manchas y con olores desagradables. No tenía opción, era la misma ropa que la dueña original del cuerpo había estado usando. Tomó una blusa sucia y sudada, su tacto áspero y pegajoso le causó un escalofrío de asco. Se la puso con rapidez, intentando no respirar demasiado profundo para evitar el olor que desprendía.
El problema no era solo la ropa, sino el cuerpo mismo. Sus movimientos se sentían torpes y pesados, como si estuviera usando un traje acolchonado del que no podía librarse. Intentó ponerse los pantalones, pero el esfuerzo de doblarse le hizo jadear. Sus piernas ahora eran gruesas y toscas, y cada movimiento le resultaba incómodo. Finalmente sin mas remedio tomo unos pantalones de mezclilla algo desgastados y se los colocó a regañadientes.
Los tenis eran un caso aparte: viejos, sucios y con un olor que delataba su uso excesivo sin el debido aseo. Intentó calzarlos rápidamente, pero descubrió que sus nuevos pies eran más anchos y difíciles de manejar. Se tambaleó al atarse los cordones, sintiendo la incomodidad de los calcetines mugrosos contra su piel. La ropa interior estaba en condiciones deplorables, lo que solo aumentaba su repulsión "que esta chica no se cuida" penso mientras se sentia enferma.
Se acercó a un espejo pequeño en la habitación y observó su nuevo reflejo. Su piel morena carecía de brillo y estaba sucia en algunas zonas. Pasó los dedos por su rostro y sintió la textura áspera del acné que ahora adornaba su piel. Su cabello, antes impecablemente cuidado, estaba grasoso y pegajoso al tacto, formando mechones desordenados que caían sin gracia alrededor de su cara. Sentía la presión de su nuevo abdomen sobre el elástico de los pantalones, y moverse con aquella masa adicional le hacía sentirse lenta y torpe.
El olor que desprendía era una combinación de grasa y suciedad acumulada. Frunció el ceño con asco. Su antiguo cuerpo había sido la perfección misma, y ahora estaba atrapada en algo que sentía ajeno y descuidado. Pero no tenía tiempo de lamentarse más.
Se apresuró a salir de la habitación y llegó a la recepción en menos de cinco minutos, aunque el camino se le hizo eterno. Su respiración se aceleraba con el esfuerzo y la incomodidad de moverse en aquel cuerpo regordete y pesado. Quería respuestas, una solución inmediata a este error imperdonable. Sin embargo, al llegar al mostrador, su frustración aumentó al notar que la recepcionista que la había atendido antes ya no estaba. Apenas dio unos pasos hacia el mostrador, la recepcionista, una mujer de mediana edad con lentes gruesos y una expresión de fastidio, la reconoció de inmediato.
—Ah, Meche, ¿otra vez por aquí? —dijo con un suspiro cansado, sin levantar la vista de la pantalla—. ¿No te cansas de venir todos los días? Te lo he dicho antes, nadie ha solicitado un intercambio contigo.
Daniela abrió la boca, confundida y desesperada. Quiso gritar que no era Meche, que era otra persona, que todo había sido un error. Pero la seguridad con la que la mujer la llamaba por ese nombre la dejó sin aire por un momento. Tragó saliva e intentó explicarse.
—No, escuche, hubo un error. Yo no soy Meche, yo soy… —hizo una pausa al darse cuenta de que la otra recepcionista, la novata que la había atendido antes, ya no estaba por ningun lado. Ni siquiera recordaba su nombre—. La recepcionista anterior cometió un error. Yo no debía cambiar con esta cosa.
La mujer alzó una ceja con escepticismo y comenzó a teclear sin mucho interés.
—Ajá, claro, seguro. A ver, dame un segundo… —buscó en la base de datos mientras tarareaba una canción despreocupada casi en un tono burlesco—. No hay ningún reporte de error, todo está en orden.
—¡No puede ser! Busque de nuevo, yo firmé algo, la otra recepcionista me hizo firmar algo… —insistió Daniela, sintiendo un nudo formarse en su garganta.
La recepcionista bufó con impaciencia y revisó algunos archivos. Frunció el ceño y negó con la cabeza.
—No hay nada. Nada de nada. No sé qué intentas, pero ya basta. Siempre vienes aquí, Meche, rogando que alguien cambie contigo, pero eso nunca ha pasado y nunca pasará. ¿Por qué no aceptas tu realidad de una vez?
Daniela sintió un escalofrío recorrerle la espalda. Era un golpe brutal de una verdad que no le pertenecía, pero que, en ese momento, era su única realidad. Sus piernas temblaron, su mente se nubló y por un instante no supo qué hacer.
—Ahora vete —dijo la recepcionista con tono cortante—. No tengo tiempo para juegos.
Daniela, con la piel aún erizada por la desesperación, no pudo hacer más que dar un paso atrás, sintiendo cómo su nuevo cuerpo pesado y ajeno respondía torpemente a su angustia. No podía ser real. No podía estar atrapada de esta manera. Y, sin embargo, allí estaba, siendo echada como si nunca hubiera sido otra persona.
Meche salió presuntuosa caminando con su nuevo cuerpo de Daniela, sintiéndose mejor que nunca. La forma en que sus senos pequeños pero lindos se movían, la manera en que sus hermosas piernas y su lindo trasero resaltaban en su "conjunto gótico", todo le parecía perfecto. Además, la fragancia embriagadora que desprendía su nuevo cuerpo la hacía sentirse aún más especial. Caminaba con seguridad, disfrutando cada paso como nunca antes.
Se acercó al mostrador para agradecer el cambio de cuerpos a la recepcionista, pero al ver que la anterior ya no estaba y que en su lugar había otra mujer, esta no la reconoció y le preguntó con indiferencia qué deseaba. Meche, confundida, no supo qué responder de inmediato y terminó diciendo que estaba ahí por lo del cambio de cuerpos. La recepcionista la miró extrañada y le preguntó a qué se refería.
Meche explicó que hace un rato alguien habia firmado algo para el cambiar cuerpos con ella y....La recepcionista la interrumpio groseramente esta vez, la recepcionista algo cansada de el dia de locos revisó bien los archivos y de milagro encontró la solicitud de la Daniela original. Mirándola con atención, le dijo: "Si usted es la señorita Daniela no es asi?, entonces nadie ha venido a intentar cambiar cuerpos con usted".
Al escuchar eso, Meche sintió un escalofrío de emoción. ¡Ahora sabía que su nuevo cuerpo pertenecía a una chica llamada Daniela! Gritó de felicidad en su interior, sin poder creer su suerte. No comprendía exactamente qué había pasado, pero esto era lo que siempre había pedido, un cuerpo hermoso y perfecto mejor aun un cuerpo que seria permanentemente suyo.
La recepcionista le preguntó si aún deseaba cambiar de cuerpos. Meche, sabiendo que jamás dejaría ir este cuerpo, rápidamente le dijo que cancelara todo, que ya no tenía ningún interés en continuar con el proceso. Mientras lo decía, en su mente agradecía su increíble suerte y la nueva vida que se abría ante ella.
Meche sintió un estallido de emoción recorrer su cuerpo, pero se contuvo para no demostrarlo abiertamente. Por dentro, quería gritar de felicidad, reír, saltar y llorar de alegría. No entendía qué había pasado exactamente, cómo era posible que su deseo más grande se hubiera cumplido de esta manera tan inesperada, pero lo único que importaba era que al fin tenía lo que siempre había querido: un cuerpo hermoso, un nuevo comienzo.
Mientras la recepcionista revisaba los papeles, Meche no podía dejar de pensar en lo perfecta que se sentía. Sus manos eran pequeñas y delicadas, su piel suave y tersa, su silueta impecable. Cada movimiento que hacía le recordaba que ya no era la misma, que su antigua apariencia había quedado atrás para siempre.
Finalmente, la recepcionista levantó la vista y le preguntó por ultima vez si estaba segura y ya no queria proceder con el cambio de cuerpos. Meche reaccionó de inmediato, como si temiera que le fueran a quitar su nueva identidad en cualquier momento. Con una sonrisa tranquila, pero con el corazón latiéndole a mil por hora, respondió con firmeza:
—No, ya le dije que no ya no tengo ningún interés en un cambio. Cancélelo todo.
La recepcionista asintió sin cuestionarlo y comenzó a archivar los documentos. Meche sintió un alivio indescriptible, como si una puerta se cerrara tras ella y le asegurara que jamás volvería a su antigua vida. Por dentro, agradecía con todas sus fuerzas la increíble suerte que había tenido.
Este era su momento. Su vida finalmente le sonreía.
Cambios entre personas del mismo sexo zzzzz
ResponderEliminarSe cayó el sistema como conclusión XDDDDDD
ResponderEliminarMe gusto xd
Gran concepto y mejor historia aun. Me encanta
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