Aqui otro de los conceptos que invente, este personalmente me agrada mucho y pues si me gustaria que fuera mas usado pero ya que, ahora bien planeaba traer la historia que ya tengo sobre este tema pero ya la publique asi que hize una totalmente nueva pero mientras disfruten y recuerden comentar porque si no pues no habra mas
Cu-De (Cuerpo Desobediente)
El Cu-De, abreviatura de Cuerpo Desobediente, es una anomalía extremadamente rara dentro de los fenómenos de intercambio y posesión de cuerpos. Es un evento en el que un cuerpo, tras un periodo prolongado de disociación o uso indebido o talves el uso que el cuerpo quiere en verdad, desarrolla una voluntad propia, rechaza a su alma original y elige a un nuevo dueño, como si fuese capaz de juzgar por sí mismo quién debe habitarlo.
Este fenómeno desafía por completo los principios establecidos de la relación alma-cuerpo y pone en entredicho el concepto de identidad fija.
Fase Dormida y Fase Activa
Fase Dormida
Antes de que un cuerpo se vuelva un Cu-De, atraviesa una fase latente. Durante esta etapa:
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La conexión entre el alma original y el cuerpo se debilita muy rapidamente.
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El cuerpo muestra respuestas autónomas, no alineadas con el alma que lo habita (movimientos involuntarios, una especie de sonambulismo activo, decir palabras o cometer acciones "inconcientemente", ETC).
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Se presentan alteraciones físicas y emocionales sin explicación médica o espiritual clara.
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Se desarrolla lo que algunos investigadores llaman memoria somática independiente.
Esta fase suele ser silenciosa, progresiva y muchas veces confundida con efectos secundarios de posesiones o intercambios mal ejecutados.
Fase Activa
Cuando el cuerpo alcanza un umbral crítico de desconexión o disonancia, entra en la Fase Activa del Cu-De:
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El cuerpo expulsa definitivamente a su alma original, volviéndose incompatible con ella.
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Puede comenzar a moverse y hablar por sí mismo, guiado por una voluntad no atribuible a ningún alma presente o pasada.
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Inicia una búsqueda del alma que considere adecuada para habitarlo habitualmente alguien que por medios como la possession o el intercambio de cuerpos ya haya habitado ese cuerpo y le haya dado un "buen uso" bajo estandares completamente desconocidos.
Este evento es irreversible por cualquier técnica conocida. El alma original queda en un estado errático y errante, incapaz de reincorporarse a su cuerpo original (pues este la rechaza)pero pudiendo tomar el cuerpo vacio de la otra persona o cualquier cuerpo vacio si lo hay disponible.
Razones por las que ocurre un Cu-De
Los Cu-De no son aleatorios. Existen patrones claros que, aunque no garantizan su aparición, incrementan significativamente las probabilidades:
1. Posesiones prolongadas
Cuando un cuerpo es poseído durante un periodo extenso —con o sin consentimiento—, empieza a sincronizarse con la presencia del ocupante, hasta que el alma original comienza a desvanecerse de su memoria física. Eventualmente, el cuerpo puede “decidir” que esa alma prestada fue una mejor opción.
2. Cambios de cuerpo excesivos o desordenados
El uso reiterado y caótico de plataformas de intercambio (como Swap Tinder o transportes públicos afectados por el fenómeno Public Transfer) puede erosionar el vínculo con el cuerpo original, debilitando la relación esencial entre alma y carne. Al no recibir señales claras de regreso o permanencia, el cuerpo entra en estado de abandono tambien se puede que el cuerpo concidere un "mejor uso" sin un estandar definido.
3. Descuido emocional o físico del cuerpo
Cuerpos que han sido descuidamente tratados por su alma original —ya sea por odio hacia su apariencia, abusos autoinfligidos o negligencia prolongada— pueden desarrollar una especie de “aversión interna”. La idea de que el cuerpo “sufre” no es metafórica: hay registros de respuestas inmunológicas o nerviosas que se activan en presencia del alma original, como si el cuerpo estuviese intentando defenderse de ella. esto tambien aplica a como ya se ha dicho varias veces en este documento a criterios aparentemente arbitrarios sobre como el cuerpo siente que deberia ser usado,
4. Desconexión prolongada (Body Banks)
Almacenar un cuerpo por años en bancos corporales sin interacción directa genera un tipo de amnesia identitaria. Estos cuerpos se reactivan sin un sentido claro de a quién pertenecen, y si durante su tiempo de préstamo fueron habitados por alguien que los cuidó mejor o despertó experiencias más positivas placenteras o "de mejor uso", pueden optar por rechazar al dueño original.
La Elección del Nuevo Dueño
Una vez activado, el Cu-De selecciona por medios inexplicables a un alma “más adecuada”. Los criterios parecen no ser racionales, pero tienden a incluir:
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Trato cuidadoso o afectuoso recibido por parte del posible nuevo ocupante.
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Conexiones emocionales intensas generadas durante el tiempo compartido (incluso si fueron unilaterales).
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Compatibilidad profunda entre deseos subconscientes del cuerpo y la psique del ocupante temporal.
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En algunos casos, exploración de deseos reprimidos, que el alma original nunca permitió experimentar.
El nuevo ocupante no toma el cuerpo por la fuerza: es el cuerpo quien lo invita a habitarlo, como si ambos se reconocieran mutuamente.
El fenómeno Cu-De pone en tela de juicio nociones profundamente arraigadas sobre el alma, la identidad y el control. ¿Y si el cuerpo no es solo un contenedor? ¿Y si también desea, recuerda y elige?
Algunas doctrinas lo interpretan como:
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Una maldición: un castigo por jugar con lo sagrado del alma-cuerpo.
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Una evolución: el despertar de una conciencia física autónoma, capaz de protegerse.
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Un juicio moral: el cuerpo rechaza a quien no lo valoró.
El Cu-De es más que una anomalía técnica: es un símbolo de los límites del control, del abandono y de la necesidad de reconciliación entre lo que somos... y lo que habitamos.
Aqui les dejo esta historia sobre el cude :D espero la disfruten mucho
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Ángela tenía 21 años cuando tomó la decisión más radical de su vida.
Era hermosa, famosa, respetada. Para muchos, un ícono de elegancia y pureza. Su rostro decoraba vallas, su nombre era tendencia permanente, y sus seguidores la adoraban tanto por su talento como por su forma “correcta” de comportarse. La llamaban “la santa sexy”.
Pero Ángela tenía un secreto.
No era un impulso constante, ni un deseo voraz… pero estaba allí: una inquietud. Una sombra al borde de sus pensamientos. Sentía que dentro de ella existía algo más que fama y disciplina. Había fantasías, anhelos prohibidos, oscuridades y perversiones que quería explorar… pero obvio no podria hacerlo o por lo menos no con su propio cuerpo.
No podía mancharlo era perfecto a ojos de todos incluidos los de ella es por eso que.
lo congeló.
Crioextasis avanzada: una técnica de suspensión total donde el cuerpo no envejece, no sueña, no siente. El alma es extraída y alojada temporalmente en un núcleo de transferencia. En su caso, el cuerpo fue guardado en un Body Bank de alto nivel. Sellado. Casi sagrado. Como una virgen viva.
Durante cinco años, Ángela habitó otro cuerpo. Uno más simple, más común. Anónimo. Ni feo ni hermoso. Solo ordinario. Y en esa carne prestada, desató lo que nunca se atrevió a admitir.
Exploró. Probó. Cruzó límites tuvo sexo habia pagado un monton por poder hacer lo que ella quisiera con aquella carne, sexo, drogas, emociones fuertes y basicamente podia hacer con ella lo que quisera.
Fue amante y esclava. Fue dominadora y juguete. Vivió en clubes oscuros, en fiestas ilegales de drogas en orgias teniendo relaciones con cualquiera con condon si el y aun asi vivia al maximo. Tuvo relaciones sin nombres, deseos sin consecuencias. Se transformó en lo que jamás permitiría ser como Ángela.
Y cuando se cansó, cuando sintió que había "vivido suficiente" de ese otro lado, decidió volver.
Regresó al Body Bank con el alma limpia de secretos.
Quería volver a su cuerpo bello y amado. Volver a ser “ella”. Había cumplido el contrato. Había explorado. Y ahora, quería regresar a su pedestal.
Volver a su cuerpo fue como volver a un sueño.
Ángela despertó en la cápsula criogénica con suavidad quirúrgica. Su cuerpo, intacto. Perfecto. Cada centímetro respondía como antes. El rostro seguía siendo el mismo que decoraba pantallas. Los dedos, los músculos, incluso su voz: todo parecía en su lugar la crioextasis lo habia mantenido como hacia 5 años lo habia dejado.
Durante los primeros días, vivió entre el alivio y la nostalgia.
Volvió a su rutina pública: entrevistas, sesiones de fotos, paseos discretos con gafas oscuras y sonrisas contenidas. Nadie lo notaba, pero a veces se miraba las manos demasiado tiempo. O sentía escalofríos sin razón.
No le dio importancia.
Hasta que llegaron los síntomas.
Primero fue una sensación leve, como si su cuerpo tardara unos segundos más en obedecer. Movía la mano… y la mano dudaba. Una mínima pausa, imperceptible para los demás. Luego vino el insomnio: no el mental, sino corporal. Su cuerpo no quería dormir. Permanecía tenso, rígido, inquieto, como si algo dentro de él no quisiera quedarse quieto.
Después, vinieron los gestos que no recordaba haber hecho.
Se descubría mirando fijamente a extraños. Mordiéndose el labio con coquetería espontánea. Tocándose el cuello como si alguien más la observara, tocar sus senos lascivamente. Cosas pequeñas, pero impropias. Cosas que ella no solía hacer.
Preocupada, volvió al Body Bank.
El lugar la recibió como la celebridad que era, pero con cautela. Le hicieron escaneos, midieron actividad neurosomática, analizaron su sincronización alma-cuerpo.
—Es normal —dijo el técnico, un hombre amable que no la miraba directo a los ojos—. Después de una criogenia prolongada, el cuerpo tarda en re-sincronizarse. Hay un periodo de readaptación. Algunas memorias musculares pueden “confundirse” por unos días.
—¿Confundirse con qué? —preguntó Ángela.
—Con impresiones residuales. Fragmentos mínimos. Como si el cuerpo tuviera… ecos.
Ángela frunció el ceño. No lo dijo en voz alta, pero sintió una punzada:
¿Y si no eran ecos? ¿Y si eran deseos? ¿Y si el cuerpo la estaba recordando... de otra forma?
Porque, aunque nadie lo supiera, durante cinco años su cuerpo estuvo solo.
Y quizás, demasiado tiempo sin ella.
Ángela aceptó la explicación del Body Bank… o al menos eso intentó.
Pero los síntomas persistían.
El cuerpo tenía momentos donde se tensaba sin motivo, como si recordara haber sido tocado de otra forma. Soñaba con experiencias que no reconocía, con caricias que no sentía suyas aunque eran sus propias manos. Y cuando se miraba al espejo, a veces no se veía. Veía su reglefejo claro pero al mismo tiempo era como si le perteneciera a otra persona.
No sabía que hacía dos años, por un error de protocolo, su cuerpo fue asignado temporalmente a otra mujer.
Una mujer llamada Celeste.
Celeste no era su verdadero nombre, pero era el único que usaba en su mundo: clubes privados, habitaciones con luces rojas, rincones ocultos de Swappifieds donde los cuerpos se rentaban por horas en una suerte de prostitucion de cuerpos y las identidades eran máscaras opcionales.
Había solicitado un cuerpo de nivel intermedio. Algo bonito, funcional, sin demasiadas pretensiones. Pero por un cruce en los archivos internos, le fue entregado un cuerpo de nivel A-7 reservado bajo protocolo criogénico y una supuesta alticima seguridad, aquellos cuerpos no debian ser prestados bajo ninguna circunstancia pero los malos manejos, empleados cansados o artos y fallos en el sistema le otorgaron un cuerpo fuera de su nivel.
El cuerpo de Ángela.
La transferencia fue inmediata. Cuando Celeste abrió los ojos y se vio en el espejo… no pudo creerlo.
Tenía el cuerpo de una diosa. Una piel sin cicatrices. Un rostro perfecto. Un busto firme, piernas esculpidas, cabello sedoso, aroma de estrella un pequeño pero sexy y lindo coñito cerrado e invitante. Lo primero que hizo fue llorar. Lo segundo fue explorarse, tocar todo lo que podia de aquella chica que ahora era, de aquel cuerpo prestado, y luego de satisfacerse un poco sin tardarse mucho y explorar no a profundidad pero si lo necesario celeste salio caminando altanera en un cuerpo de altisimo nivel.
Y durante 48 horas, vivió como lo que nunca fue: una reina de carne y pecado.
Su teléfono sonó al segundo día. El Body Bank la localizó. El error había sido detectado. El protocolo se activó. Celeste fue retirada con suavidad, pero firmeza. No puso resistencia. Solo sonrió.
Firmó un acuerdo de confidencialidad, aceptó el millón de dólares de un acuerdo… pero eso no le quitaria la experiencia de tener aquel maravilloso cuerpo que fue suyo durante dos dias.
Había dormido con él. Había bebido con él. Había hecho que ese cuerpo sudara, gimiera, gritara. Lo había llevado a lugares donde Ángela jamás soñaría entrar por suerte para angela ella no hizo mucho, solo placeres carnales de autocomplacencia, masturbaciones prolongadas que "aflojaron" un poco su vagina apretada, tocamientos por todos lados mientras algun cigarro contaminaba sus pulmones, varias cerbezas nublaban su jucio.
Y aunque su alma fue retirada, algo de ella se quedó los placeres se quedaron gravados a fuego en la piel en la carne y en su interior.
Ángela jamás supo de Celeste. Nunca nadie le mencionó nada.
Pero su cuerpo la recordaba.
Y aunque aún no lo sabía, dentro de su carne crecía algo silencioso… una voluntad que no era suya, alimentada por las huellas de otra mujer. Una voluntad que la recordaba no como su dueña… sino como una visitante.
Los síntomas se intensificaron con rapidez.
Lo que al principio eran espasmos leves, pequeñas resistencias del cuerpo a moverse como ella quería, se convirtieron en momentos de parálisis, sacudidas involuntarias y un calor interno insoportable, como si algo dentro de ella la rechazara, como si su presencia irritara su propia carne.
En las duchas, el cuerpo se negaba a reaccionar ante su voluntad.
En los intimidad pequeños momentos intimos que intenba tener no sentia placer, era como si su cuerpo se negara a caricias tan "burdas", sino una distancia glacial.
Cada vez que tocaba su piel, sentía que tocaba algo que no la quería ahí.
El cuerpo, su cuerpo, la odiaba.
La peor noche llegó una semana después.
Ángela se despertó de pronto, respirando agitada, con los ojos clavados en el techo. Todo estaba oscuro. Sentía una presión extraña en el pecho, como si algo le pesara desde dentro.
Quiso moverse, pero no pudo.
Volteó la cabeza. Y gritó.
Porque en la cama, frente a ella, yacía su cuerpo dormido.
Dormido y… vacío.
Ella lo observaba… desde afuera.
O mejor dicho, desde una forma translúcida, flotante, un alma sin cuerpo, un fuego fatuo de sí misma. Se reconoció en esa entidad blanda, sin forma definida. No tenía voz, no tenía peso. Era solo conciencia.
Intentó meterse de nuevo.
Su cuerpo abrió los ojos. La miró. No con sus ojos… sino con otros unos vacios inexpresivos.
Y luego se volteó, dándole la espalda.
Como si dijera: "Tú no eres bienvenida aquí."
Al día siguiente, despertó en su cuerpo, empapada en sudor. No sabía cómo había vuelto. No sabía si fue un sueño o una revelación.
Pero sabía una cosa: algo estaba mal.
Y cada día que pasaba, el cuerpo respondía menos.
Hasta que empezó a hablar.
No en voz alta… sino en gestos, en miradas frente al espejo, en formas sutiles de recordarle que ya no era suyo. A veces, los labios se movían solos. Murmuraban cosas como "No eres ella…" o "No fuiste tú quien me hizo sentir viva."
Entonces lo comprendió.
Su cuerpo la estaba rechazando
Ángela seguía sin entender lo que pasaba a ciencia cierta pero sentia el rechazo de su propia carne. Cada día, su cuerpo se comportaba más extraño, más autónomo. No sólo tenía ataques de rechazo, sino que empezaba a tomar decisiones por cuenta propia.
Una noche, mientras dormía, volvió a despertar como protoplasma flotante... y su cuerpo no estaba en casa.
Lo siguió como pudo desesperada despues de buscar por varios minutos, lo encontro vestido de una forma demaciado sugerente, algo que ella no hacia casi nunca, claro era su cuerpo y era espectacular, pero aquel vestuario la hacia parecer un puta barata de las calles, alguien que parecia buscar placeres que ella no le habia dado a su propio cuerpo
Deslizándose como una sombra ligera intento no perder de vista su cuerpo. El cuerpo se movía con decisión, con sensualidad, como si supiera adónde ir. Se dirigía a barrios que Ángela jamás había visitado. Caminaba entre luces de neón, con paso seguro, como si estuviera regresando a casa.
Visitó clubes. Tocó puertas. Recogió miradas.
Y luego, en una esquina, se detuvo frente a una mujer.
Una mujer con una mirada astuta una mirada callejera de quien vive en aquellos lugares, el maquillaje corrido, y el tipo de sonrisa que sólo se gana sobreviviendo muchas noches. La mujer lo miró… y el cuerpo de Ángela le devolvió la mirada con ternura. Se tocaron las manos. Por un segundo, pareció que ambas se reconocían.
Pero la mujer —Celeste, aunque Ángela aún no sabía su nombre— frunció el ceño. Confundida. Se alejó.
Ángela, aún flotando sin cuerpo, sintió cómo su alma temblaba.
A la mañana siguiente, despertó en su cama. Su cuerpo temblaba. Había marcas de pintura en sus dedos. Sus pies dolían aun tenia la misma ropa que vio mientras era un alma, se estremecio de saber que lo que habia visto no era un sueño.
Y en su celular, un número desconocido había llamado tres veces a las 3:17 a. m.
Ángela comenzó a investigar por desesperación. Volvió al Body Bank, insistiendo en hablar con alguien sobre sus síntomas. Pero ellos, con frialdad corporativa, le dijeron que no había ningún indicio anormal. Que todo estaba "dentro del margen esperado". Le ofrecieron sedantes anti depresivos e incluso una cita con la mejor psiquiatra de el body bank.
Ella sabía que mentían.
Cada noche, su cuerpo se escapaba más lejos.
Y cada vez que regresaba, la conexión era más débil, como si entrar de nuevo le costara más esfuerzo… como si necesitara permiso.
Su cuerpo, su hermoso cuerpo, había probado otro tipo de vida.
Y ahora la buscaba.
Buscaba a Celeste.
No porque fuera la dueña original.
Sino porque, en tan solo dos días, la hizo sentirse deseado, libre, vivo.
Una noche, celeste vio a aquella chica una vez mas, esta vez se acercaba a ella, mientras celeste la miraba, anonadada, aquella chica era inusualmente sexy, aun con la ropa sencilla que traia, celeste se quedo boquiabierta pues parecia una scort de altisimo nivel, una prostituta vip que camniaba segura hacia ella
Celeste fue tomada por la mano por aquella chica y sin mostrar resistencia aceptó seguirla.
No supo por qué.
La chica con el cuerpo de diosa la había encontrado de nuevo, pero esta vez había algo distinto en ella. Sus movimientos eran demasiado seguros, como si supiera exactamente cómo se sentía cada músculo. Como si cada paso fuera una declaración de propiedad.
No era la misma mirada confundida de días atrás.
Era otra cosa.
Una certeza peligrosa.
La habitación de el hotel al que entraron era pequeña. Barata. Una de esas hoteles donde el silencio se pegaba a las paredes. para muchos de los que estaban ahi, viejos mañosos y pervertidos se quedaron anonadados y estupefactos mientras veian a aquella diosa entrar al hotel sujetada de la mano de una puta barata, los silbidos y piropos no se hicieron esperar
Celeste se sentó en la orilla de la cama. La otra —esa figura perfecta— cerró la puerta con cuidado. Luego se volteó, la miró directo a los ojos… y sonrió.
Pero esa sonrisa no era de Ángela.
—¿Sabes quién soy? —preguntó la voz suave, tan limpia, tan pura… y sin embargo, había algo distinto en la entonación.
Celeste no respondió.
—Soy el cuerpo que usaste por dos días —dijo—. Y me acuerdo de ti.
Celeste tragó saliva. No sabía qué decir.
—Soy Angela —continuó la figura, acercándose—. Ella ya no está aquí. Me sacudí de ella como de una ropa que no me quedaba. Me echó a perder con su represión… pero tú…
Se sentó frente a Celeste. Apenas unos centímetros las separaban.
—Tú me despertaste.
—No entiendo… —murmuró Celeste.
—Sí entiendes. Me tocaste como si supieras lo que valía. Me mostraste lo que era gozar. No con culpa. No con vergüenza. Por eso soy tuyo.
Celeste sintió que el mundo se inclinaba un poco.
—¿Estás diciendo que… tú… eres el cuerpo?
—Sí. Yo. Este cuerpo —se tocó los brazos, el rostro, el pecho su vagina mientras parecia subir de intensidad—. No soy Ángela. Soy lo que ella abandonó. Lo que tú despertaste. Me usaste, me marcaste, me hiciste sentir viva. Y cuando ella volvió… no quise que regresara era demaciado mojigata muy puritana para tenerme.
Un silencio espeso llenó la habitación.
—¿Dónde está ella quien es? —preguntó Celeste, apenas en un hilo de voz.
—Ya no importa. Está allá afuera, como una llama sin linterna. Me dejó demasiado tiempo. Y tú me trataste como nadie. No solo me deseaste. Me adoraste.
Celeste sintió un escalofrío recorrerle la espalda.
—¿Y ahora qué… quieres de mí?
El cuerpo se inclinó hacia adelante, la voz suave como una promesa o una condena.
—Que vuelvas. Que seas quien debe habitarme. Que regreses a mí. Que seas mi dueña, yo te pertenesco y tu deberias ser quien me use.
Celeste no supo si tenía miedo… o si lo había deseado desde aquella vez.
No supo cómo ocurrió.
No hubo ritual.
No hubo máquinas, ni agujas, ni tecnología de transferencia.
Solo una certeza: el cuerpo la quería.
Y ella también lo quería.
Celeste dio un paso.
La figura frente a ella —el cuerpo perfecto, esa obra de arte viva— abrió los brazos, la invitó.
Un impulso la empujó. Una fuerza suave pero implacable. En un segundo, Celeste sintió que algo dentro de ella flotaba, giraba… y se deslizaba.
Como si su alma resbalara entre capas invisibles de carne, nervios, sangre.
Y luego…
Silencio.
Después, un latido.
Pero no era su viejo latido.
Era otro. Más firme. Más elegante. Más joven.
Celeste abrió los ojos.
Estaba de pie.
Frente a la cama.
En su cuerpo de Ángela.
Su viejo cuerpo —ese al que llamaban Celeste, con cicatrices y cansancio demaciado usado y bilipendiado por los años— yacía desplomado sobre el colchón. Vacío. Silencioso.
Pero Celeste no lo miró por mucho tiempo. No necesitaba despedirse.
Ahora era ella.
Ahora tenía el rostro que todos amaban, la piel tersa y luminosa, las curvas suaves, los labios de escándalo y los ojos grandes como joyas.
Se miró las manos.
Movió los dedos.
Saltó un par de veces viendo como sus senos perfectos y firmes nisiquiera se movian.
Rió.
¡Dios! ¡Hasta reír se sentía distinto!
Había algo embriagador en cómo cada músculo respondía con gracia perfecta.
Era como conducir un auto de lujo después de toda una vida pedaleando una bicicleta oxidada.
Se acercó al espejo.
La cara que la miraba la había visto en portadas, vallas, comerciales.
Pero ahora esa belleza era suya.
—Gracias… —susurró.
No sabía si hablaba con el cuerpo, con el Cu-De o con la fuerza misteriosa que le había regalado este destino.
Pero no importaba.
Por primera vez en su vida… se sintió completa.
Perfectamente sincronizada.
Deseada.
Y despiadadamente viva.
Se llevó las manos al rostro, palpando suavemente las mejillas. La piel era suave, casi sedosa, y sus dedos se detuvieron en los labios, llenos y carnosos. observando con asombro cómo sus dedos largos y delicados se movían frente a sus labios Se sentó en la cama, sintiendo cómo el peso de sus nuevos senos se acomodaba sobre su torso. Esto no puede ser real. se repetia mientras sentia mas y mas lugares ponerse erogenos o "mojados
Celeste se levantó tambaleante y se acercó al espejo que colgaba en la pared. La imagen que la devolvió era la de una joven de unos 21 años, con cabello negro que le caía en cascada sobre los hombros pero solo hasta ahi pues era un cabello perfectamente cortado. Sus ojos eran grandes, de un cafe intenso que parecía hipnotizar incluso a ella misma. Su cuerpo era esbelto pero curvilíneo, con caderas pronunciadas y una cintura estrecha que acentuaba aún más sus hermosas nalgas.
Esto es… Angela, pensó, recordando el nombre de la chica cuyo cuerpo ahora habitaba. ¿Cómo es posible que recuerde algo asi? se pregunto, pero obviamente con el cuerpo venian los recuerdos almacenados en su cerebro
Se miró las manos de nuevo, luego bajó la vista hacia su nuevo cuerpo. La curiosidad comenzó a invadirla aun mas pues todo se sentia tan natural como si ese cuerpo siempre hubiera sido suyo, ademas las hormonas mezcladas con una excitación que no podía evitar la estaban volviendo loca. Después de todo, ¿cuántas personas tenían la oportunidad de experimentar algo así?
Celeste comenzó a explorar. Con cuidado, deslizó las manos por su cuello, sintiendo la suavidad de su piel. Luego, bajó hasta sus hombros, donde la excitacion comenzaba a acumularse. Un suspiro escapó de sus nuevos labios carnosos y sexis.
Sus manos continuaron descendiendo, deteniéndose en sus senos. Estos son míos ahora, pensó, acariciándolos con suavidad. Sintió cómo los pezones se endurecían bajo su toque, una ola de placer recorriendo su cuerpo. Dios, son sensibles. Se pellizcó suavemente uno de ellos, y un gemido escapó de sus labios. La sensación era abrumadora, más intensa de lo que jamás había experimentado.
Celeste se quitó la pequeña blusa que llevaba puesta, dejando al descubierto su torso desnudo. Sus senos eran perfectos, redondos y firmes, con pezones de un rosa pálido que parecían llamar a sus manos. No pudo resistirse; las acarició con ambas manos, sintiendo cómo el calor se acumulaba en su entrepierna. Esto es… maravilloso.
Con un movimiento rápido, se quitó la falda y las pantys, quedando completamente desnuda frente al espejo. Su nuevo cuerpo era una obra de arte. Sus caderas curvilíneas, su vientre plano sus piernas largas y tonificadas ademas de sus hermosas nalgas perfectamente redondeadas. Pero lo que más la atraía era el lugar que ahora ardía entre sus muslos un ardor como calor pero al mismo tiempo una humedad que la estaba volviendo loca.
Celeste se acercó al espejo, mirándose con detenimiento. que gran honor poder masturbar esta hermosura una vez mas Se mordió el labio inferior, nerviosa pero emocionada. Con un movimiento lento, deslizó una mano entre sus piernas, sintiendo cómo los labios estaban húmedos y calientes. Dios, estoy mojada.
Un gemido escapó de su boca cuando sus dedos encontraron el clítoris, hinchado y sensible. Lo rozó suavemente, y una ola de placer la sacudió. Esto es… demasiado bueno tal como lo recordaba. No pudo detenerse; comenzó a frotarse con más fuerza, sintiendo cómo la tensión se acumulaba en su interior. Su otra mano se posó en uno de sus senos, apretando y pellizcando el pezón mientras continuaba con su autoexploración.
Los gemidos se hicieron más fuertes, más urgentes. Celeste se apoyó contra la pared para mantener el equilibrio, pero no podía dejar de mirarse en el espejo. Ver su propio reflejo así, tan vulnerable y excitada, era tan excitante como las sensaciones que su nuevo cuerpo le estaba proporcionando. Quiero más.
“Dios, esto es… increíble,” murmuró entre gemidos, sintiendo cómo su nuevo cuerpo respondía a cada toque, a cada caricia. Su respiración se aceleró, y el calor en su entrepierna se volvió casi insoportable. Estoy cerca…
De repente, una ola de placer la sacudió, haciéndola gritar mientras su cuerpo se convulsionaba en el éxtasis. Sus piernas temblaron, y tuvo que agarrarse de la pared para no caer. Dios mío… eso fue… increíble.
Celeste se quedó allí, jadeando, mirándose en el espejo mientras su nuevo cuerpo se recuperaba. Este cuerpo es… perfecto.
Pero sabía que esto solo era el comienzo. ¿Qué más puedo hacer con este cuerpo? Pensó, sintiendo cómo la excitación comenzaba a crecer de nuevo. Quiero sentir más… quiero sentir todo de mi nuevo yo.
Pero celeste con su nuevo cuerpo miro su antiguo cuerpo aun en la cama y decidio que antes tenia que hacer algo mas por lo que muy a su pesar se vistio y salio directo a su "nueva casa"
Celeste llegó a la casa como si siempre hubiese vivido allí.
El escáner ocular no dudó. La puerta se abrió sin resistencia.
Las luces se encendieron solas al detectar su paso. El hogar de Ángela… ahora era suyo.
El aire olía a perfume caro y control climático perfecto.
Pero algo más flotaba en el ambiente. Un leve brillo. Un calor extraño. Una presencia débil.
Celeste caminó con cuidado por el pasillo hasta el dormitorio principal. Y allí, sobre la cama impecable, flotaba la última pieza que faltaba:
Un pequeño fuego fatuo, azul y suave como una chispa dormida.
El alma de Ángela.
Tan frágil. Tan inofensiva.
Como una llama a punto de apagarse.
Celeste no sintió pena por ella.
Solo una curiosa mezcla de asco y triunfo.
Se sentó al borde de la cama, extendió las manos y la llama pareció acercarse por instinto, como un cachorro que reconoce a su madre.
—No puedo dejarte así —susurró.
No por piedad, no del todo.
Sino porque tener un alma vagando por ahí, aunque fuera la de Ángela, era un riesgo innecesario.
Celeste abrió el bolso que había traído consigo. Sacó un pequeño frasco de vidrio, de esos que alguna vez sirvieron para guardar drogas o licor. Lo destapó con suavidad y dejó que la llamita se deslizara dentro.
Una vez encerrada, el alma de Ángela pareció revolotear en el vidrio como si soñara. Aún no despertaba.
Celeste lo cerró y besó suavemente la tapa.
—Dulces sueños.
Volvió al sitio donde todo comenzó:
La habitación donde yacía su viejo cuerpo.
Ese caparazón usado.
La piel marcada por el trabajo nocturno.
El rostro cansado de tantos nombres falsos.
Los senos caidos, las piernas completamente abiertas mostrando su sexo completamente usado tan solo con ver eso cualquiera podria decir que aquel cuerpo era el de una puta barata, un zorra vieja que ya habia dado todo de si.
Se agachó, colocó el frasco junto al pecho de su antiguo cuerpo y lo abrió.
La llamita azul vaciló un segundo… y entró.
Y algo —en el ambiente, en el aire— cambió.
Una respiración.
Un leve parpadeo.
Ángela, ahora atrapada en el cuerpo de Celeste, abría los ojos.
Celeste no esperó a que se acostumbrara.
Ni a que preguntara.
Ni a que gritara.
Solo se giró, con la elegancia natural que ahora le pertenecía, y se fue.
Volvió a su nueva casa.
Con su nuevo rostro.
Su nueva vida.
Su nuevo mundo.
Y mientras se bañaba en la tina de mármol con sales rosadas y música suave de fondo, pensó:
"Tal vez el destino no elige. Tal vez el cuerpo elige. Y este me eligió a mí."
Un mes había pasado.
Celeste caminaba por la salida principal del Body Bank con paso firme y rostro sereno.
Llevaba puesto un vestido blanco que abrazaba cada curva perfecta de su nuevo cuerpo con naturalidad divina.
El cuerpo de Ángela.
Ahora su cuerpo.
Las cámaras la captaban como si nada hubiera cambiado.
Los fans se agolpaban detrás de las vallas, gritando su nombre.
—¡Ángela, Ángela, te amamos!
Y Celeste sonreía con esa sonrisa que antes practicaba frente al espejo en cuerpos ajenos, en fantasías baratas.
Pero ahora era real.
Natural.
Propiedad legítima, orgánica.
Dentro del Body Bank, Ángela —la verdadera— se sentaba en una camilla con el rostro que ya no le pertenecía reflejado en una pantalla de seguridad.
Ahora tenía el cuerpo que alguna vez fue de Celeste.
Y todo en él le resultaba ajeno.
Las manos más ásperas.
La piel menos tersa.
La voz… otra.
Habían intentado todo.
Intercambios dirigidos.
Intervenciones profundas de resonancia alma-cuerpo.
Incluso un método de extracción forzada que rozaba lo experimental.
Nada.
El cuerpo de Ángela había sellado su decisión.
—No la rechaza solo a nivel espiritual —dijo uno de los técnicos del Body Bank—. La expulsa como si fuera una infección.
Celeste, en cambio, no solo había sido aceptada.
Había sido absorbida.
Sus impulsos, su energía, su deseo de vivir sin represión… encajaban demasiado bien.
Ángela lo había entendido por fin.
No solo había perdido su cuerpo.
Había perdido lo que representaba.
Su imagen. Su historia. Su pureza. Su nombre.
Ahora, esa identidad pertenecía a alguien que, en apenas semanas, la transformó.
En las revistas, la "nueva Ángela" comenzaba a dar entrevistas.
Sus respuestas eran más atrevidas.
Sus fotos más sensuales.
Su agenda más activa.
Sus seguidores… más fieles que nunca.
—Creo que todas tenemos derecho a cambiar —decía "Angela" con su nueva voz—. A descubrir quiénes somos realmente, sin miedo.
—¿Incluso si eso significa dejar atrás a la Ángela que todos conocíamos? —preguntaba un periodista.
Celeste solo sonreía.
—Tal vez esa Ángela nunca fue real.
Y en un pequeño departamento del centro, la verdadera Ángela se miraba en un espejo que evitaba.
En su nuevo cuerpo.
Con su nueva realidad.
No lloraba.
Porque incluso las lágrimas le sabían ajenas.
Porque el alma puede romperse… pero el mundo no se detiene.
Y en algún rincón profundo de su nuevo cuerpo, algo le susurraba que no habría marcha atrás.